TEtn lo que llevamos de agosto, y a diferencia de otros años, las fiestas de los pueblos vascos no han proporcionado noticias merecedoras de ser reseñadas por los periódicos. Y ello se debe a que las reivindicaciones en torno a los presos, que fueron el motivo de los pasados conflictos veraniegos, ahora ya no tienen que expresarse a golpes en las calles y, en cambio, adoptan la forma de resoluciones de los muchísimos ayuntamientos que controla la izquierda aberzale. Bildu no va a arriar esa bandera. Porque es una de sus señas de identidad y porque no pocos de sus votantes son ciudadanos que en una u otra medida tienen vinculaciones personales --familiares, de amistad o por ser de su mismo pueblo-- con alguno de los más de 500 presos. Por el momento, y a la espera de saber si el PP va a necesitar de los nacionalistas moderados para gobernar en Madrid o de cuál será su política vasca si obtiene la mayoría absoluta, los dirigentes del aberzalismo radical se están limitando a marcar sus posiciones en la materia y con lo único con que amenazan, sobre todo al PNV, es con lograr unos cuantos escaños. Además, la policía ha filtrado que es en las cárceles donde ETA está debatiendo si debe o no concluir su historia. Simplemente porque allí están todos los militantes que tienen la mínima autoridad para decir algo. Seguramente, Bildu está participando en ese debate. Desde su posición conocida: la de que ETA acabe sus días. Nada de lo que hasta aquí se ha apuntado lesiona los intereses generales de los españoles. Todo lo contrario. Sin embargo, el PP no ceja en su tremendismo en la materia. Puede que sea porque no tiene otra cosa de la que hablar. Pero sería mucho más grave que fuera porque está preparando el ambiente para ilegalizar lo que pueda de Bildu cuando llegue al poder. Y solo porque esa nueva e injustificada guerra vasca ayudaría a distraer al personal cuando se compruebe que su Gobierno es incapaz de cambiar la dinámica económica.