Hoy, 20-N, hace 27 años que falleció el dictador y se inició el camino hacia la recuperación de las libertades. No ha sido necesario un aniversario redondo para que la efeméride coincida con una oleada de iniciativas para hacer justicia a quienes pagaron --exiliados y víctimas durante la guerra y la posguerra-- más caro el pacto de olvido de la transición. Como la que reclama que las familias de los asesinados por la represión franquista dispongan de la misma información y el mismo trato digno que en su día recibieron los muertos del otro bando.

Desde la derecha política y mediática más recalcitrante se acusa de revanchismo irresponsable a quienes quieren recuperar la memoria histórica, y se aboga por mantener el velo del silencio que en su día fue necesario. Algo que argumentan los mismos que vuelven a sacar a la luz no los restos de las víctimas del franquismo, sino los ideales y las prácticas políticas de este régimen.

Quienes azuzan la confrontación, amenazan con conflictos civiles y demuestran su intolerancia ante cualquier muestra de pluralidad ideológica o territorial y, en paralelo, disculpan el régimen de Franco, se resisten a devolver sus botines de guerra o subvencionan sus rescoldos.