Es arriesgada la propuesta. Centrar nuestro futuro en la cultura como propone ZP, es la oferta electoral más atrevida que he escuchado en estos veinticinco años de democracia. Ante la imagen de Trillo, lanza en ristre y bacín descolocado en su cabeza atacando peñones que se le asemejan imperios y perejiles a los que trata como plantas caníbales, se pone la imagen de un Rodríguez Zapatero saboreando con acento leonés un castellano que se está dejando las vocales y las consonantes (los acentos los perdió cuando Aznar empezó a hablar texano) entre las teclas de los móviles y en los discursos de Esperanza Aguirre. Un nuevo Cervantes que no es manco, pretende soñar una España que está tasada en un doblón (Trillo lanzó su doblón-euro a las infamantes hordas de la información) y que hubiera llegado a cimas impensables de haber invadido hace ocho años esa Insula Barataria llena de moros.

Cuando yo era niño, El Quijote incluía pescozones y collejas por doquier, varas machadianas para estimular su lectura y forjaba españolitos que odiaban a Cervantes y lamentaban que no hubiera perdido la mano buena en Lepanto para haber evitado aquella tortura escolar. Hoy, El Quijote bien pudiera venir rodeado de medios televisivos (como el Un, dos, tres y Operación triunfo ) y despliegue de publicidad. Sería el momento de ver cómo la televisión pública y nuestra lengua pública (el inglés es la lengua privada oficial que se paga hasta con créditos) se aman. Con tal de que no lleguen a la cursilería de la Memoria de España que nos están endilgando con una locutora (¿Jana Escribano?) que parece haber regresado de las transmisiones de la demostración sindical del Primero de Mayo.

* Dramaturgo