TCtoges el autobús de línea, que ya da gusto con los avances tecnológicos y la comodidad de asientos y carreteras que tenemos, y te las cuentas tan felices. Pero de pronto el conductor echa encima de todo el personal un vídeo o enchufa la radio a todo gas, y ya no hay manera de librarse de la murga. Horribles escenas que pretenden mover a la risa o explosiones y efectos especiales que llenan el ambiente de ruidos y molestias, cuando no la música de ritmo ratonero o la retransmisión de interminables partidos con su goooollll que no se acaba nunca.

Quitando algunos autobuses especiales donde la opción a atiborrarse de productos de dudoso gusto la ofrecen con auriculares, la inmensa mayoría son de audición obligatoria, pues todo se vomita por altavoces que hacen honor escrupuloso a su nombre. ¿Qué hacer? Aguantarse, pues recurrir al conductor no siempre es lo mejor, ya que su colección de opciones de vídeo y radio suele ser temible. Sólo esperar que la tecnología puntera se imponga y todos los autobuses se doten de aparatos de audición personalizada. Unicamente nos quedará entonces la tabarra familiar, personal, íntima, intimísima incluso pero transferible, de las conversaciones por móvil de nuestros compañeros de viaje.

*Historiador y concejal socialistaen el Ayuntamiento de Badajoz