XMxucho antes de los nuevos brotes de violencia en Irak, las evaluaciones de inteligencia de agencias estadounidenses admitían que "el más formidable enemigo (de Washington) en Irak en los próximos meses podría ser el rencor de los iraquís, que se muestran cada vez más hostiles ante la ocupación militar norteamericana". La incapacidad de entender las raíces de esa hostilidad (no sólo de la resistencia armada que atrae los titulares y las imágenes de televisión) sólo puede conducir a más derramamiento de sangre y a un callejón sin salida.

El prolongado conflicto, incluidas sus horribles manifestaciones en Faluya y en otras partes, tal vez hubiese sido distinto si la ocupación encabezada por Estados Unidos hubiera sido menos arrogante, ignorante e incompetente. Unos conquistadores que hubiesen estado dispuestos a transferir una soberanía auténtica, como exigen los iraquís, habrían escogido un procedimiento diferente.

El gobierno de George W. Bush, entre sus numerosos pretextos para la invasión de Irak, ha esgrimido la posibilidad de una revolución democrática en todo el mundo árabe. Pero ha escondido la más plausible razón para la invasión: el emplazamiento de seguras bases militares en un Estado vasallo, situado en el centro de los mayores recursos energéticos del mundo.

Los iraquís no soslayan este tema crucial. En una encuesta de Gallup realizada en Bagdad y divulgada el pasado mes de octubre, cuando se preguntó a un grupo de personas por qué Estados Unidos había invadido Irak, el 1% dijo que era para establecer una democracia y un 5% que para ayudar a los iraquís. El resto señaló que el motivo de Washington era controlar los recursos de Irak y reorganizar Oriente Próximo para satisfacer sus intereses.

Otra encuesta de opinión en Irak, divulgada en diciembre por la empresa encuestadora Oxford Research International, también es reveladora. Cuando se formuló la pregunta sobre qué forma de gobierno necesitaba Irak en ese momento, más de un 70% eligió la "democracia". Otro 10%, a la autoridad provisional de ocupación y un 15% al consejo de gobierno interino iraquí. Por "democracia" los iraquís querían decir democracia, no la soberanía nominal que el Gobierno de Bush ha planteado.

El conflicto entre los norteamericanos y los iraquís en materia de soberanía fue muy evidente en el primer aniversario de la invasión. Paul Wolfowitz y sus colaboradores en el Pentágono señalaron que estaban "a favor de una estable y prolongada presencia de tropas estadounidenses y de un ejército iraquí relativamente débil como la mejor forma de alimentar la democracia", escribió Stephen Glain en The Boston Globe .

Eso no es democracia, tal como la entienden los iraquís. O como la entenderían los norteamericanos si estuviesen sometidos a una ocupación extranjera. No tenía sentido invadir Irak si no servía para establecer bases militares en un Estado dependiente.

Más allá de los temas de control militar, los iraquís también entienden que las medidas impuestas intentan reducir la soberanía económica, incluyendo una serie de instrucciones para que las industrias y los bancos se abran a un control efectivo desde EEUU. No resulta sorprendente que los planes norteamericanos hayan sido criticados por empresarios iraquís que denunciaron que así se destruirá la industria local.

El resentimiento iraquí y el fracaso de la ocupación militar han hecho que Washington tuviese que dar marcha atrás en algunas de sus medidas más extremas. Las propuestas para abrir la economía al capital extranjero han excluido el petróleo. Al parecer, esa acción hubiera sido demasiado osada. Sin embargo, los iraquís no necesitan leer The Wall Street Journal para descubrir que "el conocimiento en detalle de la destruida industria petrolera de Irak", gracias a lucrativos contratos sufragados por los contribuyentes norteamericanos, "podría ayudar a Halliburton a obtener grandes contratos en el sector energético".

Falta aún saber si los iraquís pueden ser obligados a aceptar la soberanía nominal que les ha sido ofrecida por las potencias ocupantes. Otra pregunta es aún más importante para los privilegiados occidentales: ¿permitirán sus gobiernos alimentar la democracia favoreciendo los intereses de los poderosos sectores a quienes sirven estas administraciones, pese a la vigorosa oposición mostrada por los iraquís?

*Profesor de lingüística