El barómetro político de otoño de EL PERIODICO certifica que el escepticismo y el pesimismo siguen muy presentes en la sociedad española transcurrido ya un lustro desde el inicio de la crisis económica y dos años desde el acceso de Mariano Rajoy a la Moncloa tras el descalabro de José Luis Rodríguez Zapatero por no haberla afrontado como era debido. Los números son contundentes: ocho de cada diez ciudadanos confían poco o nada en que la situación mejore en el plazo de un año; dos de cada tres juzgan negativamente la labor tanto del Gobierno como del PSOE, y en la misma proporción tienen poca o ninguna confianza en que unos y otros --el PP y los socialistas-- logren mejorar la dura realidad actual. De hecho, Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba obtienen la peor nota de la legislatura: un 3 y un 3,4.

Traducido en expectativas de voto, este alejamiento de los españoles de los dos grandes partidos significa que el PP tendría hoy 15 puntos menos que en las elecciones del 2011 (pese a una leve mejora de sus expectativas de hace medio año) y que el PSOE no solo no se beneficia del desgaste de los populares sino que sigue perdiendo adhesiones y está hoy más abajo que al inicio de la legislatura.

Una circunstancia absolutamente infrecuente en un partido de la oposición y que cabe atribuir a la desorientación que aún hoy tienen los socialistas, plasmada en la dificultad para articular un discurso alternativo claro y potente que les conecte de nuevo con sus bases sociales y en las incógnitas sobre quién pilotará su proyecto dentro de unos meses.

El presidente Mariano Rajoy, pues, se encuentra en un rellano en el que puede recuperar fuerzas cara a la segunda mitad de la legislatura, pero tampoco se puede llamar a engaño, porque algunas de sus decisiones más importantes encuentran un rechazo contundente incluso entre su electorado, que en 50% cree que la reforma laboral ha destruido puestos de trabajo o en un 66% está en desacuerdo con las limitaciones al derecho de manifestación que se derivan de la ley Fernández.

El líder del PP debe tomar nota en la misma medida que Rubalcaba del ascenso de las expectativas electorales de UPD. El bipartidismo español es cada vez más imperfecto, pero el aumento de la pluralidad no significaría necesariamente una política más exuberante ni mejor.