Cada día es más extraño el talento. La levedad es uno de los males de nuestro tiempo; el pensamiento complejo incomoda y asusta a la mayoría. Las cosas sencillas se repiten como mantras. Está de moda asegurar que "¡hay partido!"

Pérez Rubalcaba ha revitalizado el juego político porque Rodríguez Zapatero ya estaba en segunda división. Casi nadie cree que el el partido socialista pueda ganar la liga, aunque haya cambiado su camiseta por RUBALCABA, pero por lo menos puede meter algún gol a Mariano ; la hinchada del PSOE está exultante y eso ya es mucho.

Peridis ha hecho de Mariano un político horizontal, estableciendo que fumándose un puro y sin levantarse de una hamaca raída ganaría al PSOE. Mariano se va a tener que levantar solo porque Peridis le ordene que se levante y ande. La falta de crédito político de Zapatero aliviaba al PP de cualquier iniciativa. Como en el frontón vasco, el PP atacaba la pelota para hacerla chocar contra el muro del descontento. Con dar fuerte a la bola era suficiente. El frontón devolvía todo multiplicado en los ángulos más incómodos para el poder.

Y de repente salió Pérez Rubalcaba con un programa más o menos electoral en las antípodas de la acción del Gobierno del que acaba de salir. No importa que sea creíble haber estado haciendo una cosa y prometer la contraria. A estas alturas, la política se ha convertido en una religión y por lo tanto las emociones sostienen la fe en lo que la razón sabe que es imposible. Como los militantes socialistas necesitan una esperanza, les sirve la reencarnación de un veterano militante de 60 años en un universo del que hasta ahora habían sido expulsados los mayores de 45.

Mariano Rajoy está perplejo. Había pedido que Rubalcaba saliera del Gobierno y este le ha hecho caso. Sería una falta de educación que el jefe de la oposición no se incorporara de la columna en que sestea para tratar con respeto a su contrincante. No le queda otra que levantarse y andar porque parece que "hay partido".