Todos los diarios y analistas hemos dicho ya que el 22-M hubo una gran victoria del PP. No es exactamente eso lo que pasó, sino que el PSOE sufrió una aplastante derrota, lo que da al PP una aparatosa victoria.

El PSOE perdió por casi 10 puntos, pero por méritos propios más que por los del contrario. En efecto, los socialistas bajaron 7,13 puntos respecto a las municipales del 2007, mientras que el PP subió solo 1,91. Sigamos. El PSOE perdió la friolera de 1,48 millones de votos y el PP ganó 558.000. O sea, que el PSOE perdió el 19% de los votos (uno de cada cinco) mientras que el PP ganó solo un 7%. Desde el balcón de Génova, Rajoy agradeció a muchos ciudadanos que les votaran por primera vez. Tiene razón y está muy bien que lo haga, pero el 63% de los votos socialistas perdidos (como mínimo) huyeron hacia otros caladeros. ¿Adónde? Habrá que ver las encuestas que salgan en los próximos días pero el trazo grueso es que el PP ganó 585.000 votos; UPD, sin candidaturas en el 2007, 465.000; IU, 200.000; y CiU, 54.000. Y parte de este incremento de votos (no todos) debe provenir de los socialistas que emigraron. Aunque muchos debieron ir a la abstención.

Lo relevante es que si Rajoy recibe solo el 37% de la pérdida del voto socialista sus perspectivas electorales, en contra de lo que puede parecer a primera vista, son limitadas. El País ha hecho una interesante proyección del voto municipal o autonómico del 22-M, agrupado por provincias, a unas hipotéticas generales. Y el resultado es una espectacular caída del PSOE que pasa de sus 169 diputados actuales a 114 (55 menos), su peor resultado. Pero el PP solo subiría 10 o 12 escaños, hasta 164 o 166, lejos de la mayoría absoluta (176).

XPARA TENERx una victoria aplastante y acercarse a la mayoría absoluta (Aznar sacó 183 en el 2000 tras su legislatura moderada en pacto con Pujol ), Rajoy necesita más votos. El PP sacó el domingo 22 el 37,53% y Aznar obtuvo siete puntos más (el 44,5%) en el 2000. Y estos votos solo pueden venir del centro y mayoritariamente de electores que han votado socialista. Ello debería llevar a Rajoy a moderar su discurso, a centrarlo, a hacer buena caligrafía y a ofrecer un programa más estructurado y un equipo solvente. Así buscaría --con independencia de que haya o no anticipo electoral-- un triunfo satisfactorio para gobernar. Pero no es ese el camino predecible. Parece que el PP se inclina por aumentar la presión sobre el anticipo electoral y propinar patadas al grito de que la política, como el rugbi, no es cosa de niños y que la dureza es rentable. Lo que pasa en realidad es que la apertura al centro (por simplificar) no es compatible con el Aznar actual (no con lo que hizo de 1996 al 2000 cuando pactaba todo con Pujol) ni con los gritos de ritual de Esperanza Aguirre o Jaime Mayor . La apertura al centro va contra las pulsiones de gran parte del PP. Y además --se argumenta-- el voto ganado por el centro haría perder otros por la derecha. ¿Adónde irían? Por otra parte, muchos dirigentes piensan que más vale pájaro en mano que ciento volando y que si disparan ahora la pieza caerá. Luego, una vez en el poder, ya se verá el programa, las alianzas y el sursum corda . Lo primero es ocupar la Moncloa, y cuanto antes mejor.

Esta posición tiene lógica. Un partido no es un think-thank de debate, sino un polvorín de ambiciones. Y podría ser lo más realista en un momento normal, aunque no es lo más virtuoso ni la mejor forma de iniciar un cambio después de tres etapas con puntos positivos y negativos --el felipismo, el aznarismo y el zapaterismo-- que han acabado mal. Y quizá tampoco es lo realista (o sensato) en plena crisis económica internacional y con los mercados --que ya han tumbado la deuda griega, irlandesa y portuguesa-- mirando con lupa lo que pasa en España, Italia y Bélgica, tres países con fuerte crisis y con vida política enferma. Y en una Europa en manos de Angela Merkel , que sigue perdiendo elecciones (la última en Bremen) pese a que allí ya no hay crisis, porque no sabe cómo explicar a los alemanes sus obligaciones con el euro. Y en una crisis seria de la moneda única --que no se puede excluir--, España podría ser al mismo tiempo el detonante y el principal damnificado.

Quizá Rajoy debería pedir menos elecciones anticipadas -siendo rajoyistas, para eso ya está Aguirre- y dedicarse a perfilar su programa de gobierno. Con nombres, como hizo Cameron . Y el sucesor de Elena Salgado es clave porque la tarjeta de Rajoy en los mercados es haber votado contra las medidas de ajuste de mayo que evitaron que España acabara como Grecia. (Ahí está el editorial del Financial Times ). De la personalidad de su vicepresidente económico y de la confianza que inspire en los agentes sociales, en Bruselas y en los mercados, dependerá el primer paquete económico de Rajoy. Y en el entorno del PP no es fácil encontrar alguien con el oficio político y la capacidad de crear confianza que Rodrigo Rato tenía en 1996. Y hoy la agenda es más dura y complicada.

El líder del PP debería dedicar más tiempo a tomar decisiones, ser Mariano Rajoy y galleguear menos ante todos los problemas.