TItnsurrecto y trabucaire durante toda la anterior legislatura, la de se rompe España y Alcaráz de ideólogo, Rajoy se había vuelto buenísimo en ésta para ver si así, seráfico de centro, conseguía el éxito electoral tantas veces negado. Pero le ha durado poco. Ha debido pensar, como Mae West , que cuando es bueno es muy bueno, pero que cuando es malo, es muchísimo mejor.

Rajoy no sabe modular la interpretación del papel que se impone y tiende a la sobreactuación. La ocurrencia que ha tenido, o que ha tenido la árida Cospedal , para capear la tempestad que el propio PP ha desatado con los recurrentes cohechos de muchos de los suyos, desvela una falta de sutileza brutal. En vez de limitarse a denunciar el trato vejatorio que supone conducir esposados a los imputados mallorquines, no se justifica esa acción degradante de la ley (sólo a los tipos físicamente peligrosos conviene asegurarlos con grilletes en los traslados), Rajoy se desboca y dice colegir de ello que el Gobierno, en plan chavista o bolchevique, se ha apoderado del Estado, de sus fuerzas represoras, para laminar a su partido mediante una persecución espeluznante. Nada raro si, conectando con el Rajoy del cuatrienio negro, se piensa que la cosa viene del que rompía España, roneaba con ETA, resucitaba los fantasmas de la guerra civil y destruía la familia. Poco le ha durado, ciertamente, el serafismo.