Ramoncín no pasará nunca a la historia como artista, ni siquiera de medio pelo. Pero tiene muchas posibilidades de hacerlo en calidad del pícaro español más célebre desde la transición hasta nuestros días. Es sorprendente la capacidad que ha desarrollado durante tres décadas El Rey del Pollo Frito para adecuar su discurso a ámbitos tan diversos como pueden ser la sala Morasol, La Bodeguita de la Moncloa, Libertad Digital o Tele 5. También es uno de los miembros más destacados del exquisito directorio de la Sociedad General de Autores, siendo él uno de los más chungos y menos prolíficos autores de la nada musical. Ha reinventado varias veces sus orígenes vallecanos --nació en el paseo de las Delicias, zona de niños bien de la calle de Serrano--, se ha arrepentido de haber cantado "litros de alcohol corren por mis venas, mujer" y fue acólito del maestro Umbral para mayor gloria de la subcultura cheli. Es fascinante este caballero cincuentón que, a base de un esforzado uso de afeites y mejunjes, ha conseguido mantener esa cara de adolescente. Ramoncín es un hombre que se ha hecho a sí mismo, y me muero de ganas de que llegue el día en que lo veamos uncido con la dignidad de académico de la Academia Española. Enhorabuena, maestro.

Mario López Sellés **

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