XQxue lo noto yo cada día, que siempre ha habido avatares, incidentes, coyunturas y procesos, pero esto ya es demasiado. Empezando por los de arriba, que da miedo verlos. Miras el mapa, buscas un líder político con ideas, con base intelectual, con formación humanística, con personalidad y no parece que haya más que una panda de mequetrefes venidos a más, gente sin peso específico propio, mediocres por definición en cualquiera de los aspectos de su vida. Asusta ver a un Putin , funcionario de pro en la medianía del antiguo partido comunista y cercano al KGB, o sea, un cotilla harto de pegar sellos en la sede que, de pronto, nadie sabe cómo, aparece dirigiendo los destinos de uno de los países más importantes del planeta. De su colega del otro lado del Atlántico, más rico, más poderoso y muchísimo más peligroso aún, conocemos muchas más salvajadas a diario y sabemos de su absoluta nulidad en cuanto a capacidad de reacción o dotes de liderazgo hasta por el cine, aunque sus paisanos parecen no enterarse de nada. Los ocho minutos que pasó leyendo el cuento de la cabra cuando lo del 11 de septiembre, sólo sirvieron, dicen las malas lenguas, para convertir la obrita en un best-seller. El repaso a la Unión Europea es, cuando menos, decepcionante. Dejando a un lado a los gobernantes de los nuevos países miembros, que nadie conoce porque son así de poquita cosa, que están pero no molestan, el resto son para echarse a correr: ¿alguien ha oído hablar bien de Berlusconi ?, ¿se parece en algo la Merkel a Willy Brand, Erhard o Adenauer ? ¿Entiende alguien el engendro ese de la tercera vía de Blair ? Me da a mí que ni Disraeli , ni Churchill habrían movido un dedo por ello. Pero los ingleses sí sabían lo que estos pesos pesados de la política querían hacer. ¿Alguien duda de la claridad de ideas de Jean Monnet , de Robert Schuman e incluso del general De Gaulle ? Los antiguos políticos se atrevían a publicar su pensamiento. Su concepción del mundo, sus intenciones y sus proyectos estaban al alcance de todos en forma de libros, artículos o discursos programáticos, que no mitineros, y ya era cuestión de cada cual seguirlos o rechazarlos abiertamente: las reglas del juego estaban sobre la mesa. Ahora no. A pesar del culto a la imagen, del paternalismo con que se expresan los altos mandatarios en el ejercicio del poder, más propios de una monarquía absoluta o de una dictadura que de una democracia, la responsabilidad que genera la palabra escrita se delega en el programa, o sea, en el partido. Cobardía se llama eso.

Se comprende que no tengan tiempo para escribir, si realmente se dedican a trabajar para sus conciudadanos, pero, ¿qué hicieron antes? Leer, a juzgar por la escasez de referencias en sus discursos, poco. Escribir, menos.

Y esa es la cuestión: ¿Tienen sobre qué escribir los líderes políticos actuales? Algunos lo tienen claro: sobre ellos mismos (siempre después de dejar el cargo, naturalmente), en un clarísimo afán por justificar y hasta glorificar su imagen y, de paso, estirar la pensión que, con total generosidad, dejaron dispuesta para sí y sus colaboradores durante su estancia en el poder.

Todo un ejemplo que los más jóvenes perciben con absoluta claridad. A falta de un trabajo digno y en vista del escaso currículum que hay presentar, cada vez hay más decididos a hacer carrera política. ¿Ciencias Políticas, Derecho, Economía, Filosofía...? No. Quieren hacer la carrera. Algo así como la calle, pero en fino. Hasta ahí nos está llevando la crisis ¿educativa?, que, por cierto, es europea. Y es que los jóvenes, como los niños, no imitan: copian. Por ahí habrá que empezar las reformas.

*Profesor