TNto se pueden justificar las agresiones verbales, acompañadas de lanzamiento de huevos en algunos casos, que están recibiendo los dirigentes del Partido Popular durante la campaña previa al referéndum del domingo en Cataluña.

Vaya eso por delante para salir al paso de quienes puedan creer que se trata de quitar importancia a cuestiones de principio en materia de reglas del juego, como el respeto al discrepante y, en definitiva, la libertad de expresión. Nada de eso. Se trata de poner de manifiesto la contribución de unos y otros, también el Partido Popular, que ahora es el ofendido, a crear un clima de crispación donde vuelan los cuchillos y abundan los excesos verbales, los insultos, las injurias y la ira contra el adversario.

Lo ocurrido estos días en Granollers, Hospitalet, Mataró, etcétera, exige una reprobación dirigida no sólo a los autores del acoso callejero al Partido Popular. No solo a estos maulets , antiguos partidarios del archiduque Carlos (1702-13) que recuerdan a aquellos escamots de Dencás (1934). La reprobación atañe también a quienes, como el ministro Montilla o el diputado Tardá (ERC), sugieren que el Partido Popular se lo ha ganado.

Lo que parece excesivo es el rasgado de vestiduras del Partido Popular en la plaza pública. A pesar de pronunciamientos reprobatorios tan claros como los del presidente de la Generalitat, Pascual Maragall , o la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega , e incluso el secretario general de CiU, Durán i Lleida , el victimismo del PP no se queda en la condena o la queja ante estos ataques a la libertad de expresión --injustificables, insisto--, sino que acaba desviando la carga de la prueba sobre el Gobierno Zapatero o el Partido Socialista, como si fuese algo incluso planificado y alentado por socialistas y nacionalistas.

Eso ya es sacar los pies del tiesto sin tener la fuerza moral para ello. A mi juicio, ciertas consignas políticas de la factoría PP también son agresiones intolerables que, además, dan lugar a reales agresiones espontáneas en la calle. En la manifestación del sábado en Madrid, por ejemplo.

Ventear ideas o acusaciones como que Zapatero prepara la rendición del Estado, que Cataluña le hace el juego a los terroristas de ETA, que el Gobierno pacta bajo cuerda la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos, o la de Navarra a los nacionalistas vascos; que el Partido Socialista trabaja por la ruptura de España, que la victoria electoral de los socialistas se asienta sobre los muertos del 11-M, que el presidente del Gobierno es antipatriota , traidor , tonto solemne , etcétera, tiene tan poco que ver con la legítima pugna política como las intolerables agresiones que los dirigentes del PP están soportando estos días en las calles de las ciudades catalanas.

En esto de desbordar las reglas del juego, no por hacer valer nuestras posiciones, sino por romperle las piernas al adversario, el PP no está precisamente libre de pecado.

*Periodista