Las autoridades sanitarias de todo el mundo han incrementado en los últimos días y en las últimas horas la contundencia para evitar la propagación del coronavirus: en cada país, en función del grado de expansión de la epidemia. Desde las medidas de aislamiento general en toda Italia a las centradas en las regiones con transmisión preocupante, como España. El miedo a tomar medidas que dañen innecesariamente a la economía ha dado paso a la constatación de que el impacto económico de la crisis ya está aquí. Es el momento de actuar. Y es ahora el momento de actuar: ya no solo tratar a los que se han infectado y confinar a los que han estado en contacto con ellos sino también, ante el incremento de las cadenas de contagio, poner más énfasis en evitar situaciones que pueden provocar un riesgo innecesario de extensión del virus.

A los gobiernos hay que exigirles que sean tan transparentes como puedan, tan contundentes o tan mesurados como los informes de los expertos en salud pública les aconsejen. La competencia por la gestualización puede ser tan desafortunada como cualquier intento de ocultación de información, tanto del impacto de la enfermedad como de su evolución clínica.

El ritmo de difusión de la epidemia ha provocado, con mayor o menor razón, una reacción del mundo económico. Los inversores se han lanzado a comprar valores refugio, desde la deuda hasta el oro, y los mercados de renta variable se han hundido, atenazados por una creciente sensación de riesgo. En parte es una percepción, pero la industria se resiente de forma objetiva y también lo hacen los servicios. Para España, el riesgo de una mala temporada turística empieza a ser real. Ante esta situación, los gobiernos han de tomar medidas de estímulo. La Reserva Federal norteamericana lo hizo la semana pasada. El Gobierno español anuncia un plan de choque pero la UE deberían lanzar un plan de respuesta conjunto que incluya medidas excepcionales, como excepcional está siendo el impacto del coronavirus en la economía. Si hay que saltarse los límites de déficit es el momento de hacerlo porque la economía europea no puede permitirse un parón; sus constantes son ya muy delicadas en los dos últimos trimestres y no hay margen para esperar que el temporal amaine.

Es el momento de la responsabilidad, de todos. De las administraciones y del conjunto de la población. A nadie le debe temblar el pulso, ni tampoco sobreactuar, y nadie debe intentar aprovecharse de la situación. No hay que relativizar la gravedad de la situación pero la confianza en el criterio de los expertos y el esfuerzo del personal sanitario que está gestionando la crisis no se puede cuestionar. No son momentos para otra cosa que no sea la leal colaboración.