La novedad tras las elecciones del 26-J fue la desaparición mediática de Podemos. Y decir mediática es decir política, porque Podemos está en los medios por lo que está, más allá del bebé Bescansa o la coleta de Iglesias , más incluso que por la jota de Echenique --"Chúpame la minga, Dominga"--, tan popular. Entre las explicaciones, la más común y razonable era que Podemos también tendría derecho a vacaciones, y en esas estaba. Pero había dos más. Una, que Podemos habría perdido el interés de los medios, que únicamente les fue útil cuando su política fue antipolítica, entiéndase. Y dos, que a Podemos ya no le interesarían los medios, que le sirvieron mientras sirvieron para sus fines, se supone que de publicidad, de divulgación, etcétera.

Como fuere, Podemos ha reaparecido en la investidura. Y lo ha hecho con una política que quisiera ser antipolítica, con el puño en alto y un discurso poco nuevo, como que el PP está "fundado por cuatro ministros franquistas", o que Rivera hace "lo que le mandan desde arriba", ya que "no manda ni en su propio partido", o que Sánchez dudosamente va "a resistir las presiones para pactar con el PP", tarde o temprano. Lástima que ese apasionamiento verbal y gestual no haya tenido esta vez la repercusión que solían darle los medios, ya no. El tratamiento de los medios ha sido el mismo para todos: el stendhaliano espejito en el camino para que cada cual aporte su capítulo a este novelón por entregas que aburre incluso a sus autores.

Y la aportación de Podemos, que, como el resto de partidos, parece más interesado en gobernar que en que se forme gobierno, ha consistido en esperar el fracaso de la investidura (previsto) para sugerir una alternativa, refiriéndose al PSOE, claro, cuyo líder ha hablado también de "las fuerzas del cambio".

El problema de esas "fuerzas" no es la incompatibilidad entre Podemos y Ciudadanos, obvia, sino que Podemos imponga otras "fuerzas", de ERC al PNV, por ejemplo, en lo que sería la enésima humillación al PSOE. Políticamente, Podemos ha reaparecido en la investidura. La reaparición mediática, en cuanto empiecen las negociaciones.