Escritor

Las rebajas como las noches de ronda no dan pena, pero se puede terminar por llorar, que es el caso del jubilado que está en casa mirando la marea negra hasta que llega la mujer:

--Venga, Paco, que tenemos que ir a Cortefiel a comprarte un abrigo para estas fiestas.

--Que no, que yo me apaño, con el de siempre.

--He dicho que vamos a Cortefiel, y vamos.- Así de resolutiva estaba doña Esdrújula con su esposo.- Además están muy baratos.

--Pero mujer si es que estoy mirando la marea negra a ver si veo a Fraga.

--He dicho que no, y punto, que también lo dice Fraga.

Y esto siempre es inapelable. La mujer hoy lleva las riendas de la casa como Rajoy el gabinete de crisis, o Alvarez Cascos la caza del rebeco, mientras Fraga, presenta libros de farmacopea.

--Bueno, aquí tienen los abrigos. Estos son de antes y éstos de lana y borra...

--Vamos a ver este...

--¿Y este otro? - Se atreve a decir Paco.

--Ese, no. Hijo es que no sabes comprar. Mira está aquí deshilachado. Menos mal, menos mal que vengo contigo. A ver este. Quítate esa antigualla...

--Sí, pero y lo calentita que es...

--Que te la quites, que hay que ver lo que repites las cosas... Vamos a ver. Así no, súbetela de cuello...

--Pues me gusta. Me da un aire distinto, Esdrújula.

--Y tan distinto. Como que pareces más joven. No te conviene. Tú no puedes ahora dar la imagen de un crío. Vamos por Dios, con la cantidad de pelanduscas que salen en la televisión... De ninguna manera. No pareces el mismo. Casi no te reconocerían por la calle tus hermanas.

--Bueno, y qué pasa...

--Tú qué quieres, llevarme la contraria...

--Pero si has sido tú.

--Bueno pues, no. Por favor búsqueme un abrigo, pero que no me lo haga joven, que usted no sabe lo que es esto. Un león. Mire, este de borra... Y no se hable más.