El mes pasado los precios se redujeron un 1,4% respecto de los de diciembre. Y en un año la inflación ha caído hasta el 0,7%, un hito que no se registraba desde que empezó este cálculo hace 40 años, aunque no se pueden hacer comparaciones fiables, ya que los bienes y servicios que componen el IPC se revisan periódicamente de acuerdo con la variación de los hábitos de consumo. El dato abre un periodo económico singular: si en enero los precios han seguido bajando, ¿podemos entrar en tasas negativas, de lo que no hay precedentes desde que existe esa estadística? Otra cuestión es más cercana a las familias: ¿perciben realmente que en sus compras diarias o en los recibos de servicios que pagan se han contenido los precios?

Si los precios de los carburantes siguen a la baja y los consumidores siguen sin comprar, puede que el IPC caiga por debajo de cero en pocos meses. Pero de ahí a decir que entramos en deflación --una caída descontrolada-- hay un buen trecho. Basta con contemplar que, si se excluyen los dos elementos determinantes de que los precios suban o bajen cada mes --energía y alimentos--, la inflación subyacente se estanca en el 2%. Y, en cuanto a si los precios son más bajos desde hace un año, los consumidores han explicado bien el IPC de enero: compran a precios similares productos perecederos, pero acusan los incrementos de las tarifas que fijan las administraciones públicas.