Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Si algo debemos aprender los españoles de nuestra historia, es la de no transformar las diferencias en abismos insalvables que convierten al adversario político en enemigo irreconciliable. Una sociedad plural obliga a una civilizada tolerancia. Y bien está, que los que nos oponemos a la guerra de Irak, nos manifestamos cuantas veces creamos convenientes e impulsamos cuantos actos estimemos oportunos dentro del marco constitucional y del respeto a las leyes. Más allá ni se puede, ni se debe ir. Y siendo ésta una cuestión muy importante, no debe dividir a nuestra clase política en dos bandos irreconciliables. Divididos ya para todo y por todo.

La protesta debe concentrarse en la crítica a un Gobierno incompetente que con seguridad pagará este error en las urnas, que es donde únicamente debe pagarlo. Dentro del respeto a las leyes cada uno tiene derecho a opinar como quiera.

Por ello irritan particularmente, determinas conductas que unas veces por incompetencia y otras de manera espúrea, crispan con sus actuaciones un clima social que ya está alcanzando demasiada temperatura. Tanto el ministro de Defensa Trillo, como la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacios demuestran tal grado de cinismo el primero y de incompetencia la segunda, que tendrían bien merecido el cese.

Harina de otro costal, y harina de la peor especie, fue la provocadora intervención en el Congreso de los Diputados del portavoz del PNV, señor Anasagasti, que gratuitamente arremetió contra la Corona, de forma insultante y despectiva, en base a una muy acertada entrevista habida entre el rey y José Luis Rodríguez Zapatero. Que el rey se entreviste en privado con el líder de la oposición y probable jefe del Gobierno, es lógico, menos lógico parece el intentar una equiparación de comportamiento, cuando se representa a trescientos mil ciudadanos y se tienen siete diputados.

Uno, la verdad, nunca ha tenido ni tiene el menor fervor monárquico, incluso de forma genérica la monarquía me parece anacrónica, pero respeto y acato la Constitución reconociendo los importantísimos servicios prestados por la Corona y no dejo de sorprenderme que siete de los países mas adelantados de Europa sean monarquías constitucionales como la nuestra.

No sé si al rebufo del clima creado por los últimos acontecimientos, interpretando torpemente, por algunos, que confunden las diferencias de opinión con debilidades institucionales o bien sea por mera coincidencia de fechas, al acercarse unas elecciones municipales y autonómicas, la verdad es que tanto los nacionalistas vascos como catalanes, se han precipitado, justamente en estos momentos por los abismos del soberanismo. Los vascos incluso con la amenaza inminente de un ilegal referéndum. A estas alturas no creo que nadie se llame a engaño sobre el fin último de los nacionalistas, serenos sí, pero tontos no. Todos los intentos de los nacionalistas van a ir en la dirección de intentar romper la convergencia de acción del PSOE y el PP para garantizar la Unidad de España, afortunadamente esta convergencia obedece a convicciones muy profundas y no se va a romper. Por otro lado, la unidad de un estado no se asegura ni con el nominalismo de los artículos declarativos de los estatutos, ni con la posibilidad de generalizarlos a todas las CCAA. Diecisiete nacionalidades me parecen francamente muchas para España. Siendo como es, esta cuestión tan importante y crítica; el PP rozaría la traición si este tema lo convierte en bandera electoral. La Unidad de España no es una cuestión de derechas o de izquierdas, del PP o del PSOE, es una cuestión de todos.