El futuro de Turquía es uno de los temas más peliagudos en los actuales debates de la ampliación de la Unión Europea (UE), tal y como se está comprobando estos días en la cumbre de Copenhague. Desde las elecciones del mes pasado, quien en realidad manda en Turquía es el líder islamista del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), Recep Tayyip Erdogan (Rice, 1954), a pesar de no ser presidente ni primer ministro. Desde 1998 está inhabilitado por la justicia de su país al haber sido condenado por "propagar odio" basándose en sentimientos religiosos. Se le acusó de haber dicho en un discurso pronunciado en diciembre de 1997 algo así: "Las mezquitas son nuestros cuarteles, cuyas cúpulas nos sirven de casco y sus alminares (minaretes), de bayonetas".

Erdogan fue alcalde de Estambul desde marzo de 1994 a septiembre de 1998, encabezando el Partido del Bienestar (Refah), que acabó con la hegemonía de los políticos convencionales mediocres y corruptos. En aquella época, declaró: "Nosotros hemos sido el grito de los que han callado mucho tiempo. Ahora también lo somos y mañana también lo seremos". El mañana ya llegó. Erdogan insiste en su reformismo moderado y en su vocación europeísta. De hecho, lo primero que hizo tras ganar las elecciones fue visitar a los estadistas europeos. Con Francia y Alemania lo tiene crudo.