Cáceres 2016 no ha sido un fracaso, ni muchísimo menos. El proyecto Cáceres 2016 ha conseguido varios logros muy importantes, como mejorar el ámbito social y cultural de la ciudad, unir a todos los cacereños en torno al mismo, unir a todos los extremeños en favor del proyecto, por encima de provincialismos, y potenciar la ya sólida imagen de la ciudad en España y en Europa. Es decir, no se ha conseguido el logro máximo por el que se luchaba, que era ser Capital Europea de la Cultura, pero se han obtenido otros muy importantes. Y, mientras tanto, el camino para un nuevo intento en el futuro ha quedado luminosamente abierto.

Lo que se plantea ahora es qué hacer con el conjunto de medios, esfuerzos, iniciativas y movilizaciones generados en torno a Cáceres 2016. La respuesta no es otra que reciclar esa riqueza en favor de una ciudad cada vez mejor, para que nada de lo que realizado se pierda, sino que se transforme y adecue a la realidad futura de la ciudad, que tampoco necesita otros marcos para ser lo que es y para tener la importancia que ya tiene.

Recicláceres. Esa es la idea, a mi entender. Reciclar es el concepto del presente y del futuro. Se reciclan los científicos y los profesores cuando ponen al día sus conocimientos. Se reciclan los edificios obsoletos para, sin ser derribados, albergar la modernidad. Se reciclan los residuos, por innobles que sean, para nuevos usos. Reciclar es uno de los pilares de la sostenibilidad y es una prueba tangible de que los seres humanos han escogido la senda de la inteligencia emocional, de la empatía, que es la forma que tenemos de asumir como propios a los demás, a la naturaleza y al mundo.

Ha dado muchas pruebas Cáceres de talento y de capacidad creativa con el proyecto 2016 y todo eso ha constituido un tesoro válido en sí mismo y mucho más efectivo si se recicla hacia lo positivo, sin perder un minuto en lamentaciones, sin caer en la trampa de la frustración. Tal vez sea ésta la ocasión de oro del nuevo Cáceres, para terminar de recorrer el camino ya emprendido, cuyo premio no está en conseguir un logro exterior, sino en ser todo lo posible en el interior. Reciclando ese caudal, la ciudad termina de crearse a sí misma y devuelve a los ciudadanos el bienestar de su propia armonía. Recicláceres. Lo demás importa mucho menos.