Plataforma para el reconocimiento legaldel pueblo gitano

El 8 de abril de 1971 se reunieron en Londres representantes de organizaciones gitanas de diversos países, en lo que se conoce como el I Congreso Mundial Gitano. Este encuentro, que fue presidido por el célebre actor gitano Yul Brinner, adoptó la bandera gitana, formada por una banda verde y otra azul con una rueda de carro en el centro, y la canción Yelem, Yelem, como el himno gitano. Una bella canción en lengua romaní, que habla de los sufrimientos de los gitanos, pero que también habla de esperanza, de la luz que se ve a final del largo camino. Fue en esa reunión de Londres donde se inicio un proceso de concienciación del pueblo gitano como sujeto colectivo de derechos políticos y culturales.

Pero desde esa fecha hasta ahora, la situación de los gitanos europeos (aproximadamente 12 millones de personas) ha empeorado de forma alarmante. El hundimiento de los regímenes socialistas de Europa del Este, donde viven el 70% de los gitanos del continente, y las consiguientes crisis económicas, políticas y sociales, han dejado a millones de gitanos desprotegidos, pobres e indefensos ante el resurgir de movimientos neonazis y xenófobos, que han hecho de los gitanos uno de sus objetivos. La guerra de Yugoslavia provocó miles de refugiados y centenares de muertos entre la población gitana, que fue perseguida por todos los bandos, sin que los organismos internacionales se preocuparan lo más mínimo de lo que estaba sucediendo con ella. Al mismo tiempo, los países occidentales no aceptan la condición de perseguidos de los gitanos procedentes de zonas en conflicto y vetan su entrada, lo que provoca situaciones de ilegalidad y marginación.

Con relación a nuestro país, los prejuicios y las discriminaciones que sufre la población gitana española, en general, así como la guetización de los gitanos más pobres en barriadas marginales, constituye uno de los mayores déficits de la democracia. La sucesión de movilizaciones antigitanas de grupos de vecinos de diferentes puntos del país, así como la falta de respuesta por parte de los partidos políticos y de las instituciones, han creado un situación de impunidad para los movimientos racistas, que constituyen un atentado a los derechos humanos más elementales. Sin embargo, y a pesar de todo, los gitanos manifestamos nuestra voluntad de mantener nuestra identidad cultural, dentro de una situación de respeto y convivencia en una sociedad plural que tiene que aprender a vivir las diferencias culturales como un valor positivo y enriquecedor y no como un problema. Para ello es necesario que se produzca un reconocimiento de la identidad gitana española y europea, y que se arbitren los recursos legales y materiales necesarios para que el respeto a las minorías étnicas dejen de ser declaraciones retóricas y se conviertan en una realidad.

La próxima ampliación de la UE a países del Este, alguno de ellos con una importante población gitana, convertirá, al menos en teoría, a millones de gitanos en ciudadanos comunitarios con libertad para circular de un país a otro. Que esta nueva realidad pueda desarrollarse en un sentido positivo y enriquecedor depende, en gran medida, de la actitud de las poblaciones receptoras y de la que adopten las instituciones, que deben poner en marcha declaraciones y convenios dimanados de multitud de conferencias y encuentros con relación a la eliminación de todas las formas de discriminaciones por motivos étnicos o raciales.

La mayoría de las personas está de acuerdo en que no se nace racista, sino que se llega a serlo, y una causa primaria del racismo es, como señaló el secretario general de la ONU, "la ignorancia y los prejuicios son los siervos de la propaganda... Por tanto, nuestra misión es hacer frente a la ignorancia con conocimientos, al fanatismo con tolerancia, y al aislamiento con la generosidad. El racismo puede, debe y será derrotado". Los gitanos españoles tenemos que aportar nuestro esfuerzo a la construcción de una Europa multiétnica, democrática y progresista, en la que nuestro pueblo deje de ser el paria del siglo XXI, contra el que se puede decir o hacer casi todo sin que nadie proteste. Que los prejuicios contra los gitanos estén tan asimilados y normalizados en los comportamientos sociales, no evita que constituyan una verdadera aberración y la fuente de todas las desigualdades que sufre la población gitana.