Cuando el vicesecretario general del PSOE pasó a ser ministro de Fomento y empezó a escribir en el BOE, Pepiño se convirtió en don José y el enemigo público del PP se sentó, amable y con chequera, no sólo con Esperanza Aguirre sino con todos los presidentes de comunidades para repasar las obras públicas pendientes y "rematar" las infraestructuras que nos debían llevar a la ultramodernidad. A todos les dejó satisfechos porque todos los planes se iban a llevar a cabo.

José Blanco está siendo un buen ministro de Fomento -infinitamente mejor que su antecesora-, pero como decía Dante "no hay mayor dolor que recordar los tiempos felices desde la miseria". Cuando Zapatero le hizo ministro, le encargó vender lo que el socialismo vende siempre: solo la inversión pública puede sacar al país de la crisis. Lo público es, atávicamente, la panacea de los socialistas y los sindicalistas y lo privado el comienzo de todos los males: mientras unos reparten la riqueza, otros se la roban a los pobres y se la llevan a casa, pero la verdad es que el empleo y la riqueza estable los crean los emprendedores privados.

Ahora el ministro de Fomento ha sido víctima de los recortes exigidos por Europa -los que nunca quiso hacer Zapatero- y se ha presentado en el Congreso para decir que suspenderá definitivamente o retrasará hasta mejor oportunidad 220 contratos de carreteras y ferrocarriles para ahorrar entre este año y el próximo 15.000 millones de euros. CCOO ha dicho ya que esos recortes suponen la pérdida de 100.000 empleos. Otro motivo más para el deterioro de las relaciones entre Gobierno y sindicatos. Como además, entre las comunidades más afectadas por los recortes está Cataluña -detrás de Castilla y León- la situación se complica porque los políticos catalanes lo tomarán como un nuevo agravio.

Mal lo estará pasando Blanco, pero mucho peor los que se van a quedar sin trabajo, las empresas que van a cerrar, los que se van a quedar sin líneas de tren, sin autovías o sin AVE. Y lo malo no es que se recorten gastos públicos, sino que hace cuatro días nos vendieran que no se iba a hacer, y que esa era la gran apuesta de Zapatero. Nos quedamos sin crédito, sin proyecto y sin ideas. Decía Winston Churchill que "el vicio inherente del capitalismo es el desigual reparto de bienes; la virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de la miseria". Se aproxima a lo que ha pasado y a lo que está pasando.