Salvar el cuello disparándose a las dos piernas. A trazo grueso, así puede describirse la política de recortes en la ciencia y la innovación que España emprendió en 2009. Sin miramientos, se obligó a una dieta de austeridad al sustento del cambio de modelo productivo. España sufrió una fuga de cerebros, y los científicos que se quedaron se vieron obligados a cancelar proyectos, a reformularlos o a redimensionarlos para adaptarlos la nueva realidad económica. Las consecuencias las empezamos a ver ahora. Especialmente grave es el caso de las patentes, que han experimentado una reducción del 60%, según datos del Informe sobre la Ciencia y la Tecnología en España, que presentó ayer la Fundación Alternativas. Un panorama desolador que el mundo de la ciencia lleva denunciando desde hace años sin que desde la administración se revierta la tendencia.

La brecha entre España y los países de su entorno en inversión en ciencia e innovación no hace más que crecer. Ahora que el Gobierno habla de recuperación económica, toca darle a la ciencia española el empujón que le permita ser la base para el desarrollo económico. Que no se cometan los mismos errores.