Delito de Silencio es el título de un libro de Federico Mayor Zaragoza , que me hace plantearme esta reflexión. Con el cambio de Gobierno a nuestra comunidad parece haberse desatado una pasión delatora y limpiadora de lo anterior que ha provocado el sacudido de alfombras en entidades como la Orquesta de Extremadura, el Festival de Mérida, el Gran Teatro de Cáceres, etc. Esta parece ser la principal preocupación en lo que respecta a la cultura regional o lo que queda de ella, por los resultados que parecen derivarse de esta llamemos operación limpieza . Y es que de aquellos barros vienen estos lodos; de muchos era conocido el asunto pero muy pocos se atrevieron a denunciar, ese es el resultado de una democracia enferma y poco participativa.

Es necesario desvincular la cultura de políticas excluyentes, de amiguismos, enchufismos, pesebrismo y derroches económicos. El sector de las artes escénicas en particular, de la cultura en general, ha de ponerse a trabajar codo con codo con los dirigentes de la política cultural, para ello ha de existir primero esa política cultural, claro está. Tras más de cien días en el cargo, la nueva consejera de Educación y Cultura no parece entender necesario el que haya un departamento y un responsable del mismo que se preocupe y ocupe directamente de poner en funcionamiento los mecanismos para reflotar el barco de las artes escénicas extremeñas, actualmente prácticamente hundido. El sector se lo está demandando, aunque es verdad que no con demasiada fuerza.

Las elecciones generales están a la vuelta de la esquina y muchas dudas existen acerca de la continuidad o desaparición del Ministerio de Cultura. Una vez transferidas las competencias en esa materia a los distintos reinos Taifas en que han devenido culturalmente las comunidades, no parece lo más adecuado que nuestro país deje de tener un organismo con personas capacitadas, con talento e intención de diálogo, con ideas para proponer al exterior una visión de nuestra cultura sin que el color del grupo político dominante sea su seña identitaria. Un organismo que se encargue de poner orden en esta Babel de sinculturas llamado España.

Justamente ahora es cuando la imaginación y el compromiso de instituciones, entidades, sectores implicados y ciudadanía se hacen más urgentes para defender y potenciar la educación, la cultura y el arte como señas de identidad, las de nuestra comunidad y las de nuestro país como motores fundamentales en la creación de empleo de calidad, tan necesario en una situación como la actual. Extremadura se juega mucho en esto y no puede tirar por tierra, no puede dejar de defender lo suficiente, símbolos que nos elevan en cuanto a estima y reconocimiento en el exterior y que tanto tiempo y esfuerzo nos han costado conseguir como el Festival de Teatro de Mérida, la Orquesta de Extremadura y nuestros conservatorios de música, los festivales populares, nuestros museos, nuestro patrimonio histórico, monumental, etnográfico... CULTURA con mayúsculas en definitiva a la que hemos entre todos de mimar como uno de los tesoros que fuera de nuestra comunidad es más admirado y que tantos ingresos podría reportarnos gracias al denominado Turismo Cultural tan escasa y torpemente explotado.

Nos falta, como siempre, creer en lo que tenemos y sobre todo confianza en lo que somos. Tenemos, de una vez por todas, que apostar por el fomento de la cultura y no sólo por la protección o el mero escaparate. Y ese fomento no deberá depender del color del poder en cada momento. La cultura no depende sólo de los creadores sino también y sobre todo de la educación de sus usuarios y de la voluntad política de los dirigentes para promover la creatividad y la formación allí donde esta pueda darse.

Es absolutamente necesaria, ahora más que nunca, una estrecha colaboración entre las distintas administraciones públicas y las empresas del sector para intentar solucionar los problemas a los que las entidades locales por sí mismas, va a ser difícil que puedan dar respuesta.

Son tantas las infraestructuras, los teatros y casas de cultura creados en los últimos años en Extremadura que ven peligrar su actividad por falta de presupuestos municipales que se hace inevitable esa colaboración marcándose como objetivos prioritarios el fomento de la creatividad, el talento, la búsqueda de ideas y de proyectos por parte de los creadores consolidados. En definitiva, fortalecer un tejido empresarial capacitado para que pueda producirse esa creación y se posibilite así la formación de nuevos creadores y sobre todo pueda producirse el necesario empleo directo e indirecto que este sector propicia y genera. Es preciso también una política de acercamiento de nuevos públicos al consumo y disfrute de este bien, de este derecho protegido por nuestra Constitución y nuestro Estatuto.

Pero para todo esto no sirven los recortes. Si ya era escaso el porcentaje del presupuesto dedicado a la Cultura, no podemos en estos momentos por menos que mantener el gasto público en inversión cultural, sostener las infraestructuras creadas y el desarrollo de actividades en ellas, desde la austeridad pero con la imaginación, la inteligencia y el diálogo con el sector como herramientas imprescindibles.

Estamos esperando el dónde, el cuándo y el con quién para ponernos a trabajar. La Cultura es una necesidad... ahora más que nunca, aunque algunos al oír pronunciar esta palabra echen mano de la pistola o de la tijera, que en el caso que nos ocupa semejan sinónimos.