Cascada de contrastes en este país de mis amores. En un abrir y cerrar de ojos hemos pasado de la alegría más alegre (apartamentos de lujo con campos de golf a gogó), a la tristeza más triste (embargos inmobiliarios a tutiplén). Y vinieron las rebajas. Primero los recortes al por menor, marca Zetapé. Y luego los ídem al por mayor, marca PSOE. Y los de Rajoy cabreados a tope porque si el leonés sigue sajando así, no les va a quedar nada que recortar a ellos, cuando les den la alternativa. Y lo traumático que puede resultar una situación así, después de lo pertrechados que venían para la siega. Todo un cargamento completo de instrumentos de poda, marca Cameron. Lo mismo para las privatizaciones. Claro que el pellizco gordo se lo llevó el gran José Mari, que se vendió las joyas de la abuela, privatizando Telefónica, Tabacalera, Endesa, Argentaria, con cuyo dinero anduvo de sobrao una larga temporadilla. Por eso, a José Luis Rodríguez no le ha quedado para privatizar más que la bisutería de la yaya, una Aena exhausta para remendar los bolsillos estatales y además salpicada de controladores. Puede suceder que si los populares siguen siendo devotos de Cameron, si vuelven a gobernar, lo de las privatizaciones a lo clásico pueden ser pura anécdota, porque como apunta el inglés se va a privatizar la Educación, la Sanidad y todo el sector público restante. Tanto es así que, al final, no me extrañaría oír gritos tales como ¡sálvese quien pueda! pagar (se entiende). Y si con la crisis los unos nos han dejado con una tenue luz crepuscular, los otros nos pueden dejar en la penumbra. Aunque quién sabe, el mundo camina muy deprisa, en algún momento las vacas flacas empezarán a engordar. Colocaremos un austero epitafio sobre la lápida de la crisis y vuelta a empezar.

José Luis Cábez **

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