Tal y como estaba previsto, Pedro Sánchez no logró el apoyo de los 176 diputados que necesitaba para ser investido presidente del Gobierno en la primera ronda de la investidura. PP, Ciudadanos, Vox, ERC, Junts per Catalunya, Coalición Canaria y UPN votaron en contra, mientras que Unidas Podemos, PNV, Bildu y Compromís se abstuvieron. El candidato socialista tan solo logró el apoyo de su grupo parlamentario y del Partido Regionalista de Cantabria. Una imagen de soledad que Sánchez tiene un escaso margen para revertir de aquí a la segunda votación, el jueves, cuando necesita una mayoría simple para ser investido. Tras meses de lucha por el relato en la negociación con Unidas Podemos (UP), la investidura del líder socialista encara las horas decisivas. El escollo principal sigue siendo la configuración del Gobierno de coalición: cuántos ministerios, y con qué peso político y presupuestario, gestiona la formación que dirige Pablo Iglesias.

Con el resultado de la votación cantado, el debate parlamentario de ayer se vio en cierta medida eclipsado por el pulso entre PSOE y UP. La sesión evidenció una vez más las discrepancias de fondo, estratégicas, entre las dos grandes formaciones del independentismo catalán, ERC y Junts per Catalunya (JxCat). Los republicanos, ganadores de las elecciones generales en Cataluña, tendieron la mano a Sánchez. En un tono inusualmente moderado, Gabriel Rufián enarboló la bandera del diálogo e instó al PSOE y a UP a alcanzar un acuerdo. En ese caso, los republicanos facilitarían la investidura del candidato socialista, pese a que ayer votaron no.

El discurso de Rufián incluyó una puya a sus socios de JxCat en el Gobierno de la Generalitat: «El no a todo, el bloqueo a España es irresponsable». Laura Borràs, la portavoz parlamentaria de los posconvergentes, no se dio por aludida. Su duelo parlamentario con Sánchez fue tosco, muy diferente en el fondo y las formas del de Rufián con el líder socialista. Pertrechada en el discurso de la denuncia de la «represión» y la falta de calidad democrática de España, Borràs reivindicó la unilateralidad como estrategia del independentismo y afirmó que «el problema de Cataluña se llama Estado español». El no rotundo de JxCat a la investidura deja a la formación posconvergente sin margen de influencia en el nuevo Gobierno, en caso de que llegue a formarse. Este papel se lo arroga ERC en su pretensión de ser un partido importante durante esta legislatura, si finalmente el jueves Pedro Sánchez es investido presidente.