Basta con una somera aproximación a los resultados electorales para comprobar el deseo inequívoco de la ciudadanía en favor de un bipartidismo que posibilite la recuperación de la convivencia y termine con la radicalidad. La apertura de un nuevo ciclo legislativo abre nuevas posibilidades para el inicio de ese clima de diálogo y de entendimiento que el pueblo ha demandado a través de su voz en las urnas.

La radicalización vivida a lo largo de la pasada legislatura no es un ejercicio gratuito, sino que comporta una serie de inconveniencias para el país, ya que contribuye al debilitamiento de su imagen en el exterior y a que se generalice en la sociedad la sensación de una confrontación bipolar capaz de generar enfrentamientos ideológicos, pérdida de confianza en las instituciones, desesperación y hastío.

Los resultados del 9M han producido un efecto dulcificador capaz de hacer olvidar antiguas heridas, superando ese amargor de boca que quedó en una parte del espectro político como consecuencia del atentando del 11-M. El Partido Popular a pesar de no haber conseguido alzarse con la victoria, ha obtenido unos resultados relativamente buenos y ha consolidado el liderazgo de Rajoy , lo que le permitirá desprenderse de un indeseado lastre y conformar un equipo propio. Los resultados electorales le han proporcionado a los socialistas una segunda oportunidad a la vez que le han liberado de sus socios más incómodos, ahora tienen las manos libres para orientar su política en la defensa de los valores cívicos y de la convivencia, lo que no significa hacer borrón y cuenta nueva, sino arrancar de una posición más favorable al poder contar con el bagaje de una mayor experiencia. Esta nueva situación ayudará a crear un clima más distendido, los primeros pasos en esta dirección ya se han empezado a producir con la dimisión de Zaplana como portavoz de los populares y el nombramiento de Alonso en el grupo socialista.

XLA CIUDADANIAx demanda de las fuerzas políticas colaboración en los asuntos de Estado, hacer un frente común, sin hipocresías y sin engaños, que sea capaz de aunar fuerzas para enfrentarse a los desafíos terroristas, a la vertebración territorial, a la política exterior y a los problemas derivados del agravamiento de la situación económica que tiene un alcance difícil de precisar, y cuyas consecuencias pueden tener un efecto devastador para la salud de las empresas ubicadas en los sectores estratégicamente más sensibles.

La implicación en los consensos no significa una relajación en los modos de hacer de la oposición, ni el ponerse una mordaza en la boca, sino tratar de llegar a acuerdos en los asuntos fundamentales y evitar sacar partido de las situaciones problemáticas que de ellos se deriven, lo que no coarta ni limita las discrepancias, pues de lo que se trata es de evitar que éstas constituyan el eje en torno al cual se vertebre de forma monolítica toda la acción política.

En las actuales circunstancias, no se pretende que ambos partidos lleguen a una gran coalición o a un pacto de legislatura semejante al que se produjo en Alemania, sino el apartar de la vida política la radicalización, el sectarismo y la violencia verbal, alejándose de la mala influencia que provocan algunos sectores mediáticos, quienes ejercen un fundamentalismo nocivo, al pretender imponer sus criterios y marcar la hoja de ruta de la vida política nacional.

Lo que ahora procede es que cada partido establezca las estrategias a seguir a lo largo de la legislatura, y que éstas pasen por una actitud constructiva, empleando unos modos de hacer, moderados y coherentes, sin extravagancias ni sectarismos, donde los pactos y los acuerdos adquieran la misma relevancia y determinación de una ley, aunque esto suponga asumir una actitud diferente, actuando sin regateos cicateros ni posturas inmovilistas, maximalistas u oportunistas, tras las que pudiera solaparse la defensa de intereses de partido.

A la hora de hacer la valoración de los resultados electorales, hay cuestiones que a los partidos se les escapan por inconcebibles, se trata de esos aspectos subliminales que van dejando un poso en el subconsciente colectivo y que son más determinantes a la hora de decidir el voto, que la retórica empleada en un debate o que cientos de promesas de dudosa fiabilidad, una de estas cuestiones es la percepción de que hay partidos que en determinados aspectos actúan movido por la buena voluntad.

El pretender construir una oposición sobre la base de la crispación es un movimiento errático que tiene un corto recorrido, ya que para conquistar los espacios templados del centro se necesita ser más audaces, reconvertir ciertas actitudes, tener unas miras más altas y más dilatadas en el tiempo. Hay que reconocer que la conciliación no es un camino fácil, que se asemeja a una vasija amasada con el barro de muchos desencuentros, pero aquel que sea el culpable de su ruptura, deberá cargar para siempre con el peso implacable de su propia irresponsabilidad.

Esperemos que todo esto no se quede en una ensoñación efímera, en la expresión de un deseo, que luego la realidad, como cuando despertamos de un sueño, se encargue de transformar.

*Profesor.