XDxe confirmarse la reivindicación de los brutales atentados de Londres se ratificaría lo que todo el mundo temía: Al Qaeda cuenta con una infraestructura muy importante en Europa y las formas de lucha convencional contra el terrorismo no están dando resultados cuando se trata de enfrentarse a una organización que opera en forma de red y que, al mismo tiempo, se ha convertido en un icono que actúa a través de franquicias.

La referencia identitaria confesional con que Al Qaeda reclutó a los primeros militantes para luchar en Afganistán durante la década de los años 80 se ha convertido en un discurso antisistema de base yihadista capaz de ampliar el círculo de adeptos con militantes procedentes de grupos radicales relacionados con conflictos regionales como los de los Balcanes, Chechenia, Cachemira, etcétera.

El discurso identitario de base confesional ha dado paso a las referencias antisistema y de enfrentamiento global contra el mundo occidental (los cruzados y los judíos en el discurso de Al Qaeda). Ya no se trata, por lo tanto, de compartir una misma visión del islam basada en el wahabismo, sino de compartir la creencia en la existencia de una cruzada de Occidente contra el islam.

Esto ha abierto la puerta a grupos salafistas radicales, surgidos de la crisis de Argelia, a grupos marginales y extremadamente violentos forjados en los citados conflictos o en la marginación de la inmigración. Estos nuevos militantes no tienen por qué tener, necesariamente, una gran formación religiosa, pero sí un grado suficiente de fanatismo y sectarismo para inmolarse en nombre de la yihad.

Conculcan todos los principios del islam (ver las reflexiones de Khaled Fouad Allam, Carta a un terrorista suicida. El islam contra la violencia, Barcelona, 2005) y utilizan una red informática para difundir su discurso y sus métodos asesinos en todo el mundo, dejando tras sí un rastro de sangre que tiene ya un largo recorrido: Nueva York, Washington, Bali, Estambul, Yemen, Casablanca, Madrid, Londres...

Habría que plantearse algunas reflexiones: 1) A pesar de su efectividad, plasmada en los atentados de Londres, donde se habían extremado las medidas de seguridad a raíz de la celebración de la cumbre del G-8, el núcleo de yihadistas sigue siendo muy reducido, pese a que las simpatías por Bin Laden han aumentado proporcionalmente al rechazo que generan algunas políticas occidentales en los países musulmanes. 2) La respuesta en forma de guerra convencional (Afganistán, Irak) no sólo no logra reducir la efectividad de estos grupos, sino que le ha proporcionado nuevos argumentos y, lo más grave, nuevos campos de batalla. 3) La población musulmana, y especialmente los inmigrantes, no sólo no comparten las finalidades de estos grupos, sino que, como el resto de la población, está indefensa ante sus acciones asesinas.

Debe entenderse, entonces, que el terrorismo internacional es un reto que nos afecta a todos y que, por lo tanto, la respuesta, para ser efectiva, debe ser unitaria, porque, precisamente, lo que persigue Al Qaeda es abrir un abismo entre la población europea de origen y la recién llegada. Sería un error imperdonable caer en la trampa del choque de civilizaciones preconizado per Samuel Huntington, porque esto es precisamente lo que pretende Al Qaeda. Si llegáramos a este extremo, entonces no habría camino de vuelta, porque en el mundo global las sociedades son cada vez más complejas y las fronteras han dejado de existir.

Hay que añadir, para terminar, que debe hacerse urgentemente una profunda reflexión sobre un sistema de relaciones internacionales que, muy a menudo, refuerza las injusticias, la ocupación de territorios y los regímenes despóticos y corruptos que se encuentran en el origen de la financiación logística e ideológica de este nuevo terrorismo internacional que tiene a Europa como su campo de actuación más inmediato. Si no existe una reacción contundente, el futuro parece escrito: guerra en Oriente Próximo y Asia central y masacres terroristas en las ciudades europeas y estadounidenses.

*Catedrático de Historia