John Ford dirigió en 1948 a John Wayne en Tres padrinos , inusual western donde unos forajidos encuentran en su huida por el desierto a una mujer abandonada a punto de dar a luz. Los tres ladrones prometen a la madre moribunda cuidar del recién nacido y entregan su vida heroicamente para salvar la del inocente. Ford logra una película poética, entrañable, emotiva y radiante donde la inocencia, la ternura y el amor a los pequeños triunfa sobre la eterna maldad humana para arrojar esperanza y fe en la naturaleza del hombre y en su capacidad para redimirse. Ferry Zwigoff dirigió en 2003 al magnífico Billy Bob Thornton en Bad Santa , un atípico y en apariencia sórdido film, alejado de los tópicos tipo ¡Qué Bello es vivir! , donde un malvado, estólido, borracho, pervertido y perturbado ladrón consigue redimirse gracias a la confianza ciega que deposita en él un niño obeso y disfuncional cuya amistad incondicional le salva de la perdición para acercarle a algo parecido a la justicia y el bien. Para Pío Baroja , un intelectual agresivo, desolado, misántropo, ateo y pesimista la vida no era sino crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén de la fuerza por la debilidad y el hombre solo un ser egoísta, cruel y brutal pero paradójicamente afirmaba que si para salvar al mundo tuviera que hacer sufrir a un niño, no lo haría. La historia y los periódicos certifican a diario que la vida no es buena ni justa y que el mundo carece de sentido y es un valle de lágrimas para los secuestrados, marginados, hambrientos, pobres, desterrados y desposeídos mas existe una fuerza extraña en la inocencia y debilidad de un niño capaz de remover las conciencias, provocar la ternura y empujar al bien. Y estos días cuando el orbe entero conmemora en árboles, luces, belenes o treguas, a veces sin saber muy bien por qué, el nacimiento de un Niño en un pesebre, hijo pobre de unos padres pobres, deberían unirnos a todos, si no en la misma fe, sí en el mismo sueño imposible de fraternidad y de paz. Tal vez porque sabemos que los sueños sueños son.