Los seres humanos nos preguntamos muchas veces a lo largo de nuestra vida qué nos espera después de la muerte. Peliagudo enigma. Lo más parecido a la muerte que conocemos es el estado de dormido sin soñar. A lo largo de la noche, soñamos y recordamos lo soñado al despertar; o no recordamos nada. Nada. Quizás ese «nada», ese transcurso de tiempo en estado de inconsciencia, sea una señal en vida de lo que nos ocurrirá una vez fallecidos. Claro, que nadie desea que, ni por asomo, terminemos siendo un eterno dormir sin sueños. Por eso somos creativos e imaginamos lo inimaginable para vivir eternamente.

Y de entre las varias respuestas que intentan esclarecer hacia dónde vamos después de dar nuestro último suspiro, está la reencarnación en distintos animales. Algunas religiones afirman que volvemos a la vida convertidos en un animal. O sea que si usted tiene un perro, quizá éste haya sido humano. Mal asunto si su perro es un chucho, sin raza conocida, y antes fue uno de esos humanos que miraba con lupa la clase social de las personas con las que debía relacionarse. Sufrirá mucho en su nueva vida como perro. Haber caído tan bajo. Antes un don señor fulano, ahora un perrucho sin pedigrí. Todo lo contrario ocurrirá si un perro, en otra vida, fue un humano muerto de hambre, siervo de un cacique patán que le tuvo trabajando en su latifundio cuidando cabras a cambio de una ración diaria de pan y agua, y en esta vida es un perro pastor que cuida un rebaño de cabras entre las que se encuentra una que es la reencarnación de su antiguo amo. Este perro lo pasará pipa cabreando al que en otra vida se las hizo pasar canutas.

Sí, ojo con la reencarnación, que si existe es cosa sería. Y luego no valen lamentaciones. Porque si en esta vida es usted un malasombra, de los que ni viven ni dejan vivir, puede que en su siguiente vida sea castigado y convertido en un sapo, uno de los animales más despreciado por la especie humana.

Seguramente la reencarnación no exista. Pero tampoco podemos negar taxativamente que exista, porque nadie ha resucitado para confirmárnoslo. Yo, de todas formas, intento respetar lo máximo posible a todos los animales. Por si acaso.