XAxunque las calificaciones recibidas por el referendo del último domingo, sobre nuestra aceptación de la Constitución propuesta por la UE han sido variadísimas, escasea, sin embargo, la que seguramente más le cuadra. Todo de normal a normalito, más cerca de normalito que de normal. Porque si es verdad que el sí ha sido abrumador, no es menos cierto que la abstención habida ha sido superior a la deseable, pero seguramente no a la esperable, en circunstancias de normalidad, y en esas, afortunadamente, estamos, con cualquier partido en el gobierno, la abstención hubiera sido muy similar. Tampoco creo que las formalidades de la campaña puedan influir en alterar sustancialmente los porcentajes de abstención. Aunque ciertamente no hubiera estado de más el hacer un esfuerzo mayor por aclarar contenidos, aun siendo conscientes de la particular dificultad que el texto constitucional europeo tiene en este sentido.

El referendo ha ratificado, una vez más, la vocación europea de España, y pésimo hubiese sido que si postulando el sí, los dos grandes partidos del Estado, el resultado hubiese sido tibio en este sentido.

Afortunadamente el sí ha sido abrumador y desde este punto de vista, la normalidad se impone. Este sí, hay que entenderlo de una manera vital, es un sí a algo, que en general no se conoce bien, pero que se intuye, que es un paso más en el camino de transformación de la UE. En una supranacionalidad, de corte nuevo, que se va construyendo a sí misma, y que no es una confederación de estados, ni mucho menos una federación de los mismos, sino otro ente político diferente, que comenzó unificando la economía y aproximando los marcos legales que afectan a las libertades, para continuar otorgando una carta de ciudadanía. Y esto último es lo que básicamente hemos votado este 20 de febrero de 2005, una Constitución que consagra un marco de relaciones entre los estados y otorga una carta de ciudadanía para todos. Hay desde luego más cosas, pero, seguramente, éstas son las fundamentales.

La diversidad política, la posibilidad real de alternativas a los gobiernos, es lo consustancial con el sistema democrático. Todo lo partidario defendido en el marco de las reglas de juego fortalece al sistema. Sin embargo, la carajera partidista entorpece el funcionamiento del mismo. Y cuando hay voceros que parecen vivir tan sólo de ella, la situación puede resultar hasta molesta para un considerable número de ciudadanos. Zapatero lo ha dejado claro al decir que el triunfo es de todos, que es verdad. Y Rajoy, que la abstención ha sido alta, que también es verdad. Pues dejémoslo así, porque, entre otras razones, así es. Este referendo ha sido un triunfo de todos con la ausencia de muchos.

Las sociedades con futuro son siempre hegelianas, no confundir con engelianas, y el mecanismo, tesis, antítesis, síntesis, funciona, es un mecanismo clave, para el avance social, es cierto que las síntesis las hace primero la sociedad y después las adoptan los partidos políticos, como también lo es que puede haber avances y retrocesos. Pero lo que realmente estanca la lógica evolución social, daña la convivencia y ensombrece el futuro, es la clave partidista en la que se interpreta cualquier suceso político, tanto por un lado como por otro. El referéndum lo hemos ganado todos pues, ¡ya está! Un voto normal para una consulta de esta naturaleza.

Como siempre, el entusiasmo nos lleva al excesos y el todos, todos, deberemos matizarlo, con un casi todos, porque los dos millones largos de noes no son de despreciar. El grupo del no es un tanto heterogéneo, y en él destaca la formación de Izquierda Unida, que cada vez con más énfasis defiende posturas disparatadas que la van minorizando progresivamente en la sociedad. En fin, pareciera ser que esta formación está con tesón convirtiéndose en extraparlamentaria y va a conseguirlo.

Por lo demás, todo normal, normalito, normal.

*Ingeniero y director generalde Desarrollo Rural del MAPA