Siempre se ha dicho que a pesar de ser el individuo un ser social, la sociedad la dinamizan gestos y personas individuales, con capacidad para remover lo que no está bien, y hacer del compromiso el eslabón más firme de la especie humana; si, en este caso, de lo que hablamos son de referentes positivos. Gentes con las fuerzas suficientes para dejarse distraer y buscar en la fortaleza de sus acciones la capacidad de transformar una sociedad. Todos tenemos o podemos tener referentes cercanos a nuestras vidas. Claro que se trata de seres extraordinarios, y de personas con una capacidad de sacrificio que sobrepasa su propia determinación personal.

En ocasiones, se ha predicado de este país esa escasa empatía con sus personajes y con aquellos y aquellas a las que consideramos que han conformado hechos y acontecimientos verdaderamente heroicos. Estigmatizados, en demasía, por los signos de los tiempos, y por la sistemática frecuencia española de tildar a las personas, no tanto por lo que hacen, sino por lo que dicen que piensan, o se las clasifica, por el prejuicio como regla de juego.

Y no deberíamos, especialmente ahora, que tantas fechas y hechos conmemoramos dejar aún lado a esos hombres y mujeres que día a día sacuden a este país, con la inteligencia y la determinación de sus vidas. No sólo en el territorio español, sino también fuera. No quisiera entenderlo como esas noticias --slogans en las que dicen la primera o el primer español que ha conquistado no se sabe muy bien qué--, en términos que tienen más que ver con una pose, que con el ejemplo de influir en hechos y avances que cambian la vida de tantas y tantas personas.

A todos aquellos hombres y a todas aquellas mujeres que un día decidieron que sus vidas no sólo consistían en vivir, sino en vivir haciendo lo que les determinaba como seres humanos, y ello significaba dar todo lo que uno tiene y algo más. Seres que deberían ser referencias en nuestros medios de comunicación, saliendo ya de esa rutina grandilocuente de titulares que tienen que ver más con el escenario del titular periodístico, que con el ejercicio y vida ejemplar de esas personas. Por eso, quizás, siempre una pudiera comprender, aunque nunca entender el por qué no se cataloga igual a una o a un Premio Nobel, que al último o la última famosa (de la denominada prensa amarilla) ocurrente que ha aparecido en los medios o redes sociales de este país.

Sin querer entrar a prejuzgar, de inicio, creo que si de referentes se trata no pueden ser lo mismo aquel o aquella que cambia nuestras vidas para favorecer la común de todos, que aquellos otros que por el circular de un plató de televisión, airean todas aquellas privacidades, para captar el morbo de la mayoría. A pesar de llevarlos a la odisea de ser un mal referente, porque todo cuenta. Convirtiendo sus vidas en una especie de acertijo --del gran carnaval, en referencia a la mítica película de Wilder, en el que, a veces, parece haberse convertido la vida humana, porque pudiera resultar más fácil, para esa comunicación espontánea contar lo que no es real, con el objetivo de ocultar lo que de verdad importa, que es el hecho de que la mediocridad no podrá nunca entender, y menos valorar. De ahí que no deberíamos de dejar de encontrar y buscar a tantos y tantas referentes de nuestras vidas, que son los que realmente hacen que este mundo sea mejor.