XDxe todos es sabido la incidencia negativa que la emigración ha tenido para Extremadura en las últimas décadas.

En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, un millón largo de extremeños tuvimos que abandonar nuestra tierra en busca de trabajo como remedio a una situación económica y social catastrófica, producida por la caída de la mano de obra en la agricultura y la minería y la falta absoluta de otros medios de empleo por ausencia de un tejido industrial, que por entonces vivía una gran expansión en zonas como Cataluña, País Vasco y Madrid.

Los que emigramos en aquellos años, lo hicimos en unas condiciones de precariedad importantes y en la mayoría de los casos fuimos a ocupar los puestos de trabajo menos cualificados o los que destacaban por su elevado índice de insalubridad y peligrosidad. Cuanto hubiéramos deseado los que en aquellos momentos emigramos, haber tenido la más mínima posibilidad económica para quedarnos en nuestra tierra, aunque ello hubiera significado sacrificar en algo las insuperables condiciones medioambientales de Extremadura.

Aún así, jamás hubiéramos llegado ni llegaremos afortunadamente a la contaminación de Bilbao o el cinturón industrial de Barcelona, ahora en proceso de regeneración.

Por todo ello, nos sorprende que un sector de la sociedad extremeña se niegue de una forma tan tajante a la instalación de una refinería en la población de Villafranca de los Barros, despreciando una posibilidad quizá irrepetible de contar con una planta que, aparte de producir riqueza a nuestra tierra, genera una industria subsidiaria auxiliar, más importante aún que la propia planta.

Por Extremadura no pasó ni siquiera de lejos, el tren de la revolución industrial y por ello ha perdido más de la mitad de su población. Este hecho, debe hacer reflexionar a todos los que habéis tenido la suerte de quedaros, y enfocar el problema no desde una postura intransigente y cerrada, sino desde una actitud abierta y razonable, que, sin claudicar a ningún tipo de transgresión de las condiciones que la legislación establece en cuanto a emisión de elementos contaminantes, haga posible un consenso social que tenga en cuenta los intereses del pueblo extremeño por acceder al desarrollo y la autosuficiencia económica.

Extremadura no será nunca una gran potencia industrial y quizás tampoco lo deseamos, pero sí es imprescindible un mínimo tejido industrial que garantice el empleo y el bienestar de los extremeños, evitando la sangría humana que secularmente sufrimos y no solo de mano de obra no cualificada sino (lo que es peor) también de personal universitario y científico.

Posiblemente, la instalación de la refinería no va a ser el remedio a todo lo expuesto, pero es un paso que en mi opinión y en la de muchos extremeños que incluso vivimos muy cerca de plantas semejantes a la que se pretende instalar en Villafranca de los Barros, no se debe rechazar de plano sin considerar lo mucho de positivo que conlleva su instalación.

Pensad los que mantenéis una postura contraria, que puede darse la paradoja de que por un excesivo celo medioambiental, tengáis que venir a vivir al lado de una refinería, pero lejos de Extremadura.

*Presidente de la Federaciónde Asociaciones Extremeñasen Cataluña