Los grandes siniestros, que siempre tienen una dominante azarosa, tienden a alumbrar los buenos sentimientos. Vista la contingencia de los seres humanos, es lógico que lo subitáneo de la muerte masiva engendre un momentáneo relativismo: la importancia de las cosas cede ante la eminencia sobrecogedora del azar.como en la película de Frank Capra Qué bello es vivir , los valores humanos adquieren, mientras dura el sobrecogimiento, un valor trascendente. Hasta que llega fatalmente el siguiente paso racional constatar que la vida sigue. Y ya se sabe: el muerto al hoyo.

En el caso de los siniestros aéreos, además, se suscita de inmediato la conocida reflexión: el avión sigue siendo el medio de transporte más seguro. El riesgo de muerte de quien realiza un vuelo nacional en un país desarrollado es de uno entre 13 millones, y si se tomase un vuelo al día, se podría viajar una media de 36.000 años antes de padecer un accidente. Un niño de 10 años que despegue hoy en un vuelo nacional tiene 10 veces más probabilidades de obtener una medalla olímpica que de no llegar a su destino.

Dicho esto, es lógico que el concepto predominante de todos los análisis sea el de fatalidad. Lo que ha ocurrido es que los 153 fallecidos tenían mala suerte. Pero la reflexión cabal no puede quedar en la piel de los acontecimientos. Ante una mortandad tan terrible, es obligado realizar la más exhaustiva investigación, depurar hasta el final hasta las más mínimas responsabilidades y obtener y publicar unas conclusiones que amplíen todavía más los márgenes de seguridad de este modo de transporte.

Spanair, al borde de la quiebra, tenía problemas empresariales que han rebullido en los periódicos. El avión siniestrado era un modelo antiguo y es preciso conocer con detalle si pasó estrictamente todas las revisiones obligatorias y qué problema técnico ocasionó su último retraso. Todo esto debe ser cuidadosamente analizado, más que para resarcir a las víctimas, para que el principio civilizador actúe y la sociedad constate que existen mecanismos automáticos para fortalecer su propia integridad.