XDxurante estos días, y muy particularmente el pasado once de marzo, se ha recordado el terrible atentado terrorista de la madrileña estación de trenes de Atocha. A tan solo un año, y dada la magnitud del atentado, resultan lógicas las manifestaciones habidas, pero igualmente es de esperar, que el inexorable paso del tiempo, atempere las expresiones públicas de dolor. Por otro lado, la fragilidad que adquiere una sociedad convulsa, atenazada en el temor terrorista, acaba siempre pasando una onerosa factura, las derivas del miedo y el amedrantamiento son siempre imprevisibles. Vestidos de luto nos hicimos tristemente famosos en gran parte del mundo, y harta razón teníamos entonces para vestirlo, si no tan graves como aquéllas, razones suficientes hay también hoy para las manifestaciones de tristeza, pero tanto ayer como hoy, el alivio del luto sienta bien.

Y esto es ajeno al dolor y al respeto al dolor, que ciudadanos y ciudadanía sentimos por las víctimas y sus familiares, que no puede ser y afortunadamente no es, cuestión de efemérides, sino de decisiones de gobierno plasmadas en disposiciones legales, que reparen en la medida de lo posible el daño causado por los terrorismos, hijos siempre de un fanatismo tan irracional como cruel.

En democracia la transparencia es necesaria, pero sin embargo todas las democracias, la nuestra también, tienen instrumentos de transmisión de información confidencial, constituyendo un delito muy grave el revelar los mismos. Son mecanismos para salvaguardar la propia democracia, y no estarían de más para llegar a un acuerdo, al menos entre los dos grandes partidos españoles, PSOE y PP, sobre los elementos básicos del debate público de la cuestión terrorista, que además de injusto, sería imposible hurtar a la opinión pública, pero sí podría ahorrarnos, la utilización partidaria, cuando no partidista de determinadas cuestiones. Por ejemplo, superar el capítulo de las responsabilidades políticas por el atentado del once de marzo, sería un factor positivo de estabilidad social, imposible de alcanzar bajo los focos de los medios de comunicación.

Tampoco la comisión parlamentaria creada para investigar las causas de los atentados y proponer medidas para evitarlos ha dado los frutos apetecidos. De todas maneras, las aportaciones esclarecedoras son muy pocas hasta ahora, y la división de interpretaciones, jaleadas por los respectivos grupos mediáticos que las apoyan, acaban calando en la sociedad, habiendo gente, afortunadamente pienso que muy poca, que ya no quiere la verdad, sino tan solo su verdad. En estas circunstancias cuanto antes dé por finalizados sus trabajos la comisión mejor. Los mimbres conseguidos hasta ahora, no son los mejores para hacer el cesto que necesitamos. Hay que seguir buscando el consenso de los partidos democráticos y cerrar el de las culpabilidades, miremos al futuro y no volvamos demasiado la vista a atrás, no nos ocurra como en la narración bíblica y nos convirtamos en estatuas de sal. Siendo realistas las probabilidades de erradicación total del terrorismo en España son bajas, lo son, por unas u otras razones, en gran parte del mundo, así que debemos acostumbrarnos a dar carta de naturalidad a la lucha contra él, porque de lo contrario se juega en el campo que el terrorismo quiere, y en la visualización de las relaciones causa efecto los hechos son los que cuentan y no las declaraciones.

El terrorismo ha sido muy madrugador a la hora tanto de descubrir la globalización, como de incorporar las tecnologías más punteras, y ambas cosas hay que tenerlas en cuenta a la hora de combatirlo, Es decir, se necesitan unas relaciones internacionales útiles, no forzosamente públicas, para combatirlo, y un personal altamente cualificado, que especializado en los distintos terrorismos sea capaz de combatirlos con eficacia.

En términos al uso, busquemos la mejor de las gobernanzas.

*Ingeniero y directo generalde desarrollo Rural del MAPA