Autor teatral

El sol babea mi zumo de naranja; vitaminas que necesitará el astro Rey, después de tanto chaparrón. Hasta el acueducto de Los Milagros --romano y no de Acedo-- se estornuda de una manera que tengo que ofrecerle un Frenadol. ¡Ahora que lo van a lucear!

Pero hoy, mi autoestima está por las nubes, esas mismas, que ahora mismo, vetan al sol. Para que se hagan una idea de cómo me trata este día de existencia, podría decirles que mi espíritu se asemeja al de la Presley, cuando en mansiones o fincas, recibe orgasmosa de sonrisa a los amigotes para ponerlos ciegos de Ferrero Rocher , sea tarde, noche o día. ¡Fino que se levanta uno!

Y es que no hay nada como mirar al mayordomo, y a la chita callando te sirva en bandeja de plata la exquisitez del alma. Mayordomo, no tendré, pero alma, para dar y tirar.

Pues eso, que este día del miércoles no me lo jode nadie. Si fuera de mi propio natural, ya estaría pensando en el dichoso NO a la guerra , con niños famélicos y morunos empapados de mi café en este día veleidoso. ¡Que no, joder!, que prefiero pensar en la pasarela Cibeles, tan atolondrada y tan perdida, que siempre, después, uno se reconcilia con Armani, o Dior. ¡La grandeur, que dirían los gabachos!

Me enveneno yo solito: ¿por qué tengo que pensar en los gabachos? Masoquista, que diría mi madre. Chovinistas, que diría mi yo. A la mierda, que si antes se parapetaran tras los pirineos, porque todos éramos toreros y bailaoras, hoy ellos pecan de antiguos, que lo ha dicho Rumsfeld, el que se quiere comer a los iraquitos vivitos y coleando. ¡A joderse toca!

Mi autoestima sigue subiendo enteros, y mi vanidad como un premio de Almodóvar: Bush sólo cuchichea con Aznar, que es como chinchorrear con todos nosotros --españoles, con perdón--, mientras el alemán y el francés se corren de puritita envidia. ¿Cómo no estar, como la Presley? Estoy por salir con los Rocher y darle una convida a los turistas que se apiporran del acueducto. Peor sigo mi frenesí de pensamiento, y sólo quiero pensar en la discreción elegantísima de Manu Chao Mérida yerma, casi sin muda en esto de dar botes, se insufló de energía, para atronarse con el me llaman el desaparecido . Lleno total --martes y miércoles-- y una exquisitez de concierto, que nos puso a mano Disco Teatro y su alma, Helen.

Se esconde otra vez el sol y aparece en mi ente las protestas de los vecinos de la zona centro. No se puede ser perfecto y querer dormir. Para seguir en mis treces de dicha, me recuerdo a mí mismo la imagen halagada y borrachona de Miguel Murillo, recogiendo en la Corte el premio Lope de Vega de teatro.

Me jode la foto del arqueólogo Alvarez Manzano, que bien podrían darle un puestecito de excavador en este consorcio emeritense: nos levanta Emérita en un pis-pas, estoy tan agustito, que hasta aceptaría la ocurrencia del maestro Mediero de teatralizar Puerto Hurraco.

Pero estoy en mis treces de no envenenarme, a menos que sea con Ferrero Rocher. No a la guerra.