Casi sin darnos cuenta las cosas cambian, también para bien. Si no lo hubiera visto y vivido no lo creería, pero un grupo de gente, muy joven en su mayoría, está reforestando la Sierra de Gata tras el gran incendio. Desde el albergue de Villasbuenas de Gata, cedido por el ayuntamiento, hay una comunidad de entre veinte y treinta personas que se dedican durante 100 días al año a repoblar montañas enteras, cientos de hectáreas, con millares de semillas y árboles autóctonos. El trabajo hecho con asombrosa motivación y eficacia, cavando en ocasiones en terrenos difíciles y pedregosos, se hace con intachable profesionalidad. Cada alcorque se prepara con mimo para recoger el agua de lluvia. Cinco intensas horas de trabajo diario con resultados bien visibles y satisfactorios y una extraordinaria sensación de comunidad, nos invitan a quedarnos en este espacio al margen de la vorágine cotidiana. Personas de una infinidad de países, que vienen para unos días se quedan dos meses y desgraciadamente no hay sitio para muchos voluntarios que han de esperar turno.

La labor de seguimiento durante el resto del año, es otra parte imprescindible para el éxito de las plantaciones. Y cuando contemplamos el terreno reforestado en todo lo que alcanza la vista y aún más allá, en una labor de apenas dos años, comprendemos que está empezando a suceder algo insólito. Una revolución silenciosa protagonizada por personas anónimas, está germinando aquí mismo y propiciando que se extienda a otros lugares el modelo implantado por Bonggi, el coordinador e ideólogo de este pequeño milagro. Hasta el momento han recibido algunas ayudas desde el citado ayuntamiento y los viveros de la Junta de Extremadura, pero todo sucede con una exquisita independencia y autonomía, una austeridad encomiable y una energía constante y transformadora.

Nos contaba Bonggi que el simple trabajo físico y la convivencia están sirviendo a muchas personas para plantearse de distinto modo sus vidas. En lo personal, el ejemplo recibido de estos jóvenes, me ha servido para reflexionar y aprender. Ante todo, he presenciado incontables rasgos de generosidad, no solo en la repoblación en sí misma sino en el propio arte de compartir y comunicarse, y en la ayuda y respeto mutuo que contemplamos en mil y un detalles de lo cotidiano.

Regresando al albergue, al filo del atardecer, un incendio entre una zona de matorral y quejigos, provocó una reacción espontánea de la caravana de vehículos de los repobladores. En un instante aparcábamos en la cuneta y nos encontramos, pertrechados con la azada de plantar, apagando los numerosos focos. En menos de una hora estaba sofocado y sentimos la satisfacción incomparable del que protege lo que siente como suyo.

Después de haber conocido diferentes comunidades, nunca había encontrado un grupo humano tan consciente y realmente revolucionario. El mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión, parece ser el lema de estos activistas que no presumen de nada pero que nos enseñan todo un modo de actuación y de vida. No es extraño que, al calor de este proyecto modélico, hayamos visto nacer estos mismos días una nueva asociación para continuar repoblando otros lugares. Finalmente estamos ante un movimiento que resulta un auténtico vivero de ideas y conciencias. Y en vez de hablar y hablar del cambio climático, los incendios y las sequías, se está propiciando un cambio profundo del paisaje local y global que tiene una prodigiosa dimensión educativa y vital.

Pocas veces los actores de los grandes cambios de paradigma son conscientes de su papel, pero el ejemplo de los amigos de reforest-acción nos pone a todos en evidencia. Nos recuerda que, como antaño en el mundo rural, todos estamos involucrados en el paisaje que nos da de beber y «de respirar» y nos sustenta de mil modos distintos, ya seamos paisanos o ciudadanos. Y así las viejas ordenanzas obligaban a todos y cada uno de los vecinos a plantar anualmente cierto número de árboles. «Incluso los señores curas» especificaba una antigua norma alavesa que entendía que nuestros montes y nuestro bienestar es una responsabilidad compartida que alcanza a todas las generaciones.

*Escritor y naturalista.