TEtn política económica existen todavía unas posibilidades que se sustraen a la tiranía de los mercados o a las directrices de la UE. Se trata de un estrecho parterre cada vez más exiguo, referido al ámbito de lo formal, ya que lo sustancial viene perfectamente determinado desde Bruselas. Y es ese el único escenario que aún les queda a los sindicatos y a la patronal para representar en él sus desencuentros.

A pesar de que en tiempos de tribulación no conviene hacer mudanza, la gravedad de la situación requiere respuestas inmediatas, aun a riesgo de actuar condicionados bajo los efectos de la presión coyuntural, algo que puede distorsionar unos objetivos concebidos con una clara vocación de pervivencia; ya que no solo desde la austeridad presupuestaria ni desde los recortes se conseguirá reactivar la economía, sino que será la creación de empleo la que termine con el déficit público.

Para resolver el problema del desempleo además de necesitar el flujo de las correntías crediticias es preciso que se promuevan reformas que favorezcan la productividad y la competitividad. Para ello conviene adecuar la legislación laboral a las exigencias de una realidad diferente, de manera que se propenda a un equilibrio entre rendimientos y salarios.

Esta negociación terminará inevitablemente en la vía muerta, ya que se sustenta sobre las premisas antagónicas de un diálogo de sordos. Por un lado la patronal pretende el abaratamiento del despido y su flexibilización a cambio de nada, mientras que los sindicatos quieren transformar los contratos temporales en fijos, sin renunciar a ninguno de los derechos de los trabajadores.

Si mediante el diálogo social no se llega a un mínimo acuerdo deberá ser el Gobierno el que de forma unilateral se encargue de acometer la reforma, atendiendo a los compromisos adquiridos con Bruselas, pero este tipo de imposición no aguantará la prueba del algodón de los convenios colectivos, también porque, al menos hasta ahora, desde el Ejecutivo se ha intentado evitar cualquier tipo de conflictividad social.

En una situación de normalidad económica el propio Gobierno hubiera podido asumir una función mediadora, contribuyendo al acuerdo con una bonificación por los despidos o rebajando las tarifas de la Seguridad Social, algo que en las actuales circunstancias es casi imposible. Los desencuentros tienen su origen en los días de indemnización por año trabajado. El sistema austriaco llegó a contar con algunas posibilidades de acuerdo. En él un fondo acumulativo acompaña al trabajador a lo largo de su recorrido por las diferentes empresas. Pero con independencia del modelo que se elija, éste deberá servir para dar respuestas a las necesidades de los diferentes contextos y ciclos económicos. Por eso es preciso que se fragüe desde el consenso y no desde la cicatería o la imposición.