WEw l jueves se cumplirán tres años de la quiebra del banco de negocios norteamericano Lehman Brothers, que desató la crisis financiera y económica. En las semanas posteriores, los dirigentes políticos entonaron un mea culpa colectivo y se propusieron, en palabras del presidente francés, Nicolas Sarkozy, "refundar el capitalismo", acabar con la desregulación desenfrenada de los mercados que había originado la crisis y clausurar los paraísos fiscales.

Tres años después, de esos buenos propósitos no queda prácticamente nada: el capitalismo especulativo sigue siendo el dueño y señor de los mercados; los fondos de inversión de alto riesgo (hedge funds) campan aún a sus anchas; las agencias de calificación de riesgos, tan criticadas por su ciego papel en la crisis, continúan dictando la bondad o maldad de las deudas, y los paraísos fiscales solo han sido maquillados.

Los únicos avances se han producido en el acuerdo internacional sobre las nuevas reglas de capitalización y liquidez en la banca conocido como Basilea III, después de las inmensas cantidades de dinero que los estados tuvieron que destinar a las entidades para evitar la quiebra del sistema financiero. Magro resultado comparado con los grandilocuentes propósitos. El mejor resumen de lo ocurrido se encierra en aquella frase atribuida a Rodríguez Zapatero: "Queríamos reformar los mercados y los mercados nos han reformado a nosotros".