La novena asamblea de IU, celebrada este fin de semana en Rivas Vaciamadrid (Madrid), no pasará a la historia como ejemplo de revulsivo para una fuerza política que ha sufrido un revolcón en las urnas y trata de buscar su espacio en el mapa político a la izquierda del PSOE, por más que los alrededor de 800 participantes en el cónclave hayan apostado por una "refundación". Es cierto que en política son más importantes los proyectos que los nombres, pero de ahí a que una coalición como IU sea incapaz de nombrar a un coordinador hay un abismo. El que separa a una formación sólida, con ambición de futuro, de una amalgama de tendencias, familias y camarillas, han optado por salir descabezadas de la asamblea de la que debía salir el sustituto de Gaspar Llamazares.

IU tiene, en un momento de crisis feroz, un papel que desempeñar en la política española. Pero el camino es presentarse ante la opinión pública con un mensaje nítido, más allá de la desgastada retórica izquierdista, y un líder con respaldo de las bases. Ni una cosa ni otra ha salido de la asamblea de este fin de semana.