Los resultados provisionales de las elecciones legislativas rusas apuntan a que el partido del presidente Putin, Rusia Unida, y sus aliados tendrán los dos tercios de la Duma, requisito indispensable para consolidar un nuevo régimen 22 años después de la desintegración de la URSS. Debido a la relativa bonanza económica, y con su popularidad acrecentada por la batalla contra los oligarcas, Putin intenta devolver a Rusia la estabilidad y el rango de gran potencia, y cuenta con el respaldo de la burocracia estatal y de la emergente clase media, que aguardan la nueva oleada de privatizaciones. Sin una alternativa creíble, las elecciones no son sino un episodio más en la construcción de un poder bonapartista. Putin maneja con habilidad los recursos naturales y estratégicos, que suscitan la connivencia en competición de Estados Unidos y Europa. También esgrime que la liberalización económica no puede proseguir en medio de la anarquía, lo que coincide con la concentración de inmensas riquezas en manos de una burocracia dirigida por los servicios secretos. La mayoría de dos tercios en la Duma permitirá reformar la Constitución y reforzará la autoridad del Kremlin ante una estéril oposición.