TBtlanco de apellido y blanco de corazón, Raúl volvió a un club del que nunca debió marcharse. Pero ya sabemos que donde hay patrón no manda marinero: Florentino Pérez, en una de sus pésimas jugadas deportivas, envió al jugador más representativo de la casa a estudiar idiomas. Primero fue el turco, luego el catarí. Ahora el capitán regresa al hogar dulce hogar para recordarnos que, pese a las lenguas aprendidas haciendo las Américas, lo que a él le gusta es firmar goles en castellano, a ser posible con acento castizo.

Veni, vidi, vinci, y el estadio lo celebró. En los últimos años hemos visto muchos goles en el Bernabéu; el jueves vimos que tras esos goles hay al menos un madridista de verdad, un jugador de raza que disfruta en el campo como un niño y nos hace disfrutar como tales. Raúl le quitó el 7 a Cristiano Ronaldo, en mi opinión uno de los cuatro o cinco mejores futbolistas de toda la Historia. Pero en cuanto a madridismo, Raúl le saca ventaja: al portugués lo compramos, mientras que al primero lo hicimos. La tristeza endémica de Cristiano quedó eclipsada la pasada noche por la alegría blanca de Raúl, feliz de regresar, aunque solo fuera por una noche, a un césped que regó con sus goles durante dieciséis años.

Debe de ser frustrante (además de ridículo) que pudiendo ser anti-terrorista, anti-machista-, anti-militarista o anti-racista, uno haya elegido ser furibundo anti-raulista. El capi ha vuelto a su casa, de la que nunca se debería haber marchado, y de paso le ha metido un gol a los incorregibles anti-raulistas, esos que deberían haberse marchado hace tiempo.