WEw l primer aniversario de la extraordinaria victoria electoral de Barack Obama ha tenido un regusto amargo al coincidir con la derrota demócrata en las elecciones parciales en los estados de Virginia y Nueva Jersey. Aquel gran impulso renovador que llevó al primer presidente negro de la historia de EEUU a la Casa Blanca está perdiendo revoluciones y creando desconcierto entre muchos de sus propios seguidores, que no aciertan a entender a un presidente excesivamente conciliador con la oposición republicana, deseoso de aparecer por encima de la lucha política y que se muestra falto de energía para imponer el programa con el que llegó a la Presidencia en cuestiones consideradas vitales como la tan necesaria reforma sanitaria.

Hace pocos días, se produjo una buena noticia, cuando se anunció oficialmente que EEUU había salido de la recesión. Han sido las medidas adoptadas por el presidente para salvar el sistema financiero las que lo han permitido, pero el paro sigue creciendo y todo hace prever que continuará al alza, lo que se admite incluso en la Casa Blanca, mientras la deuda no para de aumentar. Sondeos de opinión solventes aseguran que los ciudadanos no solo no perciben la mejora de la economía, sino que quienes creen que la situación va a peor superan a los optimistas.

El gran reto que tiene planteado Obama --tan complicado que quién sabe si va a acabar definiendo su mandato-- es Afganistán. Acabar esta guerra era uno de sus grandes objetivos. Sin embargo, desde que ganó las elecciones, la situación no ha hecho más que deteriorarse en aquel país, tanto en el terreno militar como en el político. El aumento de la violencia talibán y el fracaso del proceso electoral afgano han puesto al presidente en una difícil tesitura que muchos han interpretado como indecisión. Lo cierto es que las garantías de éxito en el país centroasiático, cualquiera que sean las opciones aplicadas, son más bien escasas.

El penal de Guantánamo sigue abierto, pese a la promesa electoral de cierre inmediato, que se ha revelado mucho más difícil de lo previsto, no solo política, sino técnicamente. La mano tendida a Irán ha sido acogida con una escalada verbal que no presagia nada bueno, pese a los últimos avances. Y en el conflicto de Oriente Próximo, la autoridad de EEUU no se ha hecho notar.

Es demasiado pronto para sentenciar a una Administración. Obama ha agotado menos de una cuarta parte de su mandato. No está escrito que en los tres años que quedan no pueda cerrar un primer mandato de éxito. Bill Clinton, por ejemplo, empezó muy mal. Nada más llegar, tropezó estrepitosamente con la reforma sanitaria y sufrió una humillante derrota en Somalia que sacudió a la sociedad estadounidense. Sin embargo, el balance de sus primeros cuatro años fue positivo.