Escritor

Hace poco, en un curso del CPR de Plasencia sobre el tema del Fomento de la Lectura y del Plan Regional que lo regula, una de las asistentes hizo mención, entre asombrada y confundida, a un libro que se había encontrado en una remota casa rural. Sorprendida porque no dudaba de su carácter excepcional. Enfadada porque ese libro lo hubiera tenido que descubrir de esa manera azarosa y no de una forma, digamos, natural: comprándolo en una librería después de haber leído una reseña.

Ayer, leyendo los nuevos diarios de García Martín, me encontré con esta entrada: "Me piden un relato sobre Aldeanueva del Camino para un libro que editará la Consejería de Turismo de la Junta de Extremadura y que se regalará en hoteles y paradores. Me hace ilusión el encargo".

En uno y otro caso, el libro es el mismo: Relatos al atardecer y, como a veces parece que seguimos viviendo (contra mi propia opinión, la que vengo defendiendo estos últimos años) en una región sin normalizar culturalmente, casi nadie se ha enterado de su existencia. Es verdad que los destinatarios del pequeño pero bonito volumen son los forasteros que nos visitan, lo que no obsta para que los extremeños que viven aquí sepan también de él. El libro, es cierto, se presentó, pero a últimos del pasado mes de julio, cuando quien más y quien menos, colaboradores mediante, estaba ya torrándose en alguna playa al sol. Tampoco a los medios informativos les debió interesar la noticia porque no me consta que dieran cuenta de ella. Y sin embargo, no todos los días se reúnen textos originales de Joaquín Araujo, Campos Pámpano, Javier Cercas, Dulce Chacón, María José Flores, Eugenio Fuentes, Pilar Galán, García Martín, Pablo Guerrero, Hidalgo Bayal, Luis Landero, Jorge Márquez, César M. Ortiz, los hermanos Rodríguez Marcos, Antonio Sáez, Salas, Basilio Sánchez, Irene Sánchez Carrón, Santiago Castelo, Justo Vila y José Antonio Zambrano. Todos tienen una cosa en común: hablan de esta tierra, de buena parte de sus distintos paisajes y parajes, ligados en todos los casos a sus respectivas peripecias natales y vitales. La nómina, ya dije, es de lujo y sólo el texto de Cercas (que apareció en El País Semanal) no es rigurosamente inédito.

El viajero que llega a su alojamiento al atardecer, cansado después de haber visitado a pie una ciudad o recorrido una ruta en coche, encontrará en su mesilla de noche un libro con relatos donde se habla de esos sitios que acaba de conocer o de los que va a visitar. Con un matiz: irá a ellos porque lo tenía previsto o porque lo leído le impulsará ahora a hacerlo. Son relatos escritos bajo el punto de vista de alguien que, además de comprender esos lugares, los siente de una manera diferente, siquiera sea por el mero hecho de ser escritor. Esto da a la intencionalidad turística (chata por vocación) un toque, por contraste, distinto.

La tirada ha sido amplia; acorde al número de habitaciones con que cuenta Extremadura y en la suposición de que el viajero pretenda llevarse el librito. Uno lo haría. Más si fuera bibliófilo. Me felicité desde el principio de la idea del consejero Alvarado. Es una pena, eso sí, que no haya sido divulgada con el interés que merece. No estaría de más, incluso, que la antología se pusiera al alcance del resto de los extremeños. Más de uno estaría interesado por esta obra singular que fomenta, de otro modo, la lectura.