Después de muchos meses de campaña electoral no declarada, anoche empezaron 15 días cruciales. Los ciudadanos de Cataluña deberán decidir si quieren que los 23 años de pujolismo se prorroguen, con un relevo generacional al frente de este proyecto político, o bien si apuestan por el cambio que propone Pasqual Maragall y que ya obtuvo la mayoría de votos hace cuatro años. La opinión que se tenga de los resultados de las políticas del Gobierno catalán y de los pactos que las han permitido, así como las expectativas que levanten los proyectos de autogobierno propuestos por cada fuerza política, pesarán en esta decisión. Pero también la impresión que tengan los votantes de qué candidato tiene, o no, el carácter, la madurez y el peso político necesarios para suceder a la personalidad desbordante de Jordi Pujol.

Todas las encuestas coinciden en que es extremadamente improbable que algún partido obtenga la mayoría absoluta. Se tendrá que gobernar en coalición. Y estos mismos sondeos sólo apuntan dos fórmulas aritméticamente posibles y políticamente viables. En ambas tendrá un papel clave ERC, que también deberá pronunciarse sobre si prefiere contribuir al relevo o sumarse al cambio.