Esta temporada vamos a por la remontada. Con el Badajoz, el Extremadura, el Don Benito, no se si el Cacereño o el Villanovense. Para mí la remontada es la inesperada reacción que permite al equipo que pierde lograr la victoria en un partido, pese a que había una gran diferencia de goles entre los dos equipos. Más bonita es cuando la diferencia también lo es en la clasificación o en la historia (en eso nos tendrán que remontar a nosotros). Y el culmen es cuando se remonta a un eterno rival, entendiendo eternidad por unos añitos (es como el concepto ‘mítico’ en un futbolista, quiere decir ‘hasta mañana’).

Hay remontadas que son ejercicios de orgullo porque, para entendernos, cuando se pierde frente al Badajoz o el Extremadura no es una derrota, se trata de una humillación. Y que conste que yo tengo una hija y una nieta badajocense, pero no lo puedo evitar: quiero ganar siempre al Badajoz. Pero ganar no significa insultar a su afición (ni ser insultados allí), es sencillamente ganar y eso no se pierde con los años porque los buenos aficionados no cambiamos de pasiones, simplemente envejecemos. Y aquí envejecemos con elegancia.

Bobby Charlton dijo: «¿Qué haríamos sin el fútbol, por el amor de Dios?» Cuando fui al Nuevo Vivero (esta temporada muy nuevo) vi las puertas silueteadas con grandes futbolistas del Badajoz que también habían sido grandes en Mérida. En justa reciprocidad nosotros ahora le vamos a poner una puerta a Javi Chino incluso antes que al mítico zorro Pla o a Boni, nuestro máximo goleador in saecula saeculorum. O Sinval o Toribio. Supongo entonces que a Tarriño y a Fernando Torres les pondremos una estatua. Y a Pepe Fouto un busto, máxime tras el recomendable libro que ha escrito José Antonio Reina.

Todavía guardo como oro en paño las acciones que me hizo comprar Pepe Fouto, aunque él me lo paga diciendo que yo me cargue a Sergio Kresic, el mejor entrenador que hemos tenido desde tiempos de Diocles. Bueno, el mejor detrás de Diego Lozano que, ese sí, es un mito Romano.