Licenciada en Derecho

Parece que nuestros representantes políticos están trabajando en una nueva estrategia de acoso y derribo contra la banda terrorista ETA. Somos muchos los que estamos convencidos de la capacidad del estado democrático para combatir a esta banda criminal. Existen instrumentos legales para hacerlo, y esos instrumentos legales han de estar en consonancia con el daño que los mismos están haciendo a esta sociedad. La norma puede ser, sin duda alguna, ese arma capaz de poner a cada uno en su sitio, y de abrigar de fuerza moral a este país, frente a los que durante años y años están empeñados en desestabilizarlo. La diferencia entre un delincuente común y un terrorista, es la misma que existe entre un criminal y un capo de la mafia. Esto es, la del que atenta para privar de una vida, y la del que atenta contra todo y contra todos, con el único fin de amedrentar a una sociedad. Siempre recordaré las enseñanzas del malogrado Giovanni Falcone cuando en sus múltiples manifestaciones advertía a la sociedad de su país, Italia, de enfrentarse a la mafia italiana desde la unidad de todas las instancias gubernamentales, políticas y sociales.

Hace algunos años conversé con una señora, que perdió a su marido en atentado terrorista a principios de los ochenta, estaba indignada, triste por la escasa reacción de esta sociedad frente al atentado de su marido. En la causa seguida por su muerte, sólo se pudo encarcelar a uno de los culpables, el resto se difuminaron entre malas identificaciones. Como indemnización recibió un coche Renault 4 blanco, cuyo valor era de 50.000 pesetas. Esto fue todo, y largos años de ausencias y tristezas. Esta mujer y tantas otras se merecen, al menos, todos los esfuerzos y el compromiso de esta sociedad.