Escritor

El rencor se ha desatado en una cosa aparecida en otra cosa que no admite ser calificada. Ha tenido corto recorrido, pero no por esta cortedad tiene menos importancia. Ha sido como un tiro en la nuca, y ese tiro, pese a estar dirigido a Rodríguez Ibarra, nos lo han dirigido a más gente, ante la pasividad del fiscal, que a este paso, como el tiro siempre sale gratis, pues no hay nada que decir. Es la primera vez que leo una ofensa de ese calado, que ni siquiera se le ha dedicado a Franco, ni, por supuesto, a Aznar ni a nadie. El silencio que se ha formado por un lado es tranquilizador, teniendo en cuenta que lo puede leer una niña que es un ángel, porque no encuentro otra expresión mejor para definirla. Los que han dado luz verde a eso, pienso que estarán tocándose orgullosos los testículos creyendo haber hecho una machada. De hecho lo es, pero no diferente de la machada de llevarte al paredón o dejarte inerme junto a las tapias de un cementerio. Es decir, que pese a la clandestinidad del suceso, y quizá por esto mismo, creo que se ha dado un salto cualitativo raro y extraño, que pide a gritos una rectificación, y esa rectificación debe venir no sólo de quien la haya generado, sino de la institución que ampara al creador. Si la rectificación viniera de éste, sería de tener en cuenta, porque un acto desesperado, incontrolado, también debe ser perdonado, pero lo que no se puede despachar las cosas es con que "es una vieja rencilla", porque se sale de la rencilla y es otra cosa más grave. A los que le dieron amparo, poco se puede decir, porque darán amparo siempre a lo peor. No tienen vuelta de hoja. Lo tremendo es que se escude en una publicación donde con pedigrí de "mensajero" lo que lleva ese mensajero es el odio con una bala dispuesta a matar. Y menos cuando hay un ser menor con una vida hermosa por delante. Y ojo, si lo que se pretende es intimidar, así comienzan siempre las confrontaciones civiles. El fiscal no tiene excusa.