Han llegado por Navidad con sus sacos llenos de ideas para hacernos el mejor de los regalos. Sacarnos de la crisis. Estaría bien. Un año, dos, tres, quizás cuatro de estrecheces para renacer al otro lado del túnel, renovados y sin angustias. Desde luego que estaría bien pero lo dudo cuando leo las intenciones de los nuevos ministros, sonrientes en el acto de coger sus relucientes carteras. Recuperar la senda del crecimiento y la generación de empleo y prosperidad, dice el ministro de Economía. Bien. Estaría bien si a continuación la responsable de Fomento no hubiera sacado de su cartapacio otra idea, de las que se dicen para que nos la creamos, para que los periodistas titulen con ellas: centrará su actividad en las inversiones de infraestructuras más entables. La cosa ya no pinta tan bien, al menos para nuestra tierra. Volveremos a lo de siempre. Se invertirá donde sea rentable y Extremadura, poco poblada y con escasísima industria, no merecerá esa consideración por parte del Gobierno. De nuevo quedará relegada, sin las infraestructuras que le son tan necesarias. Nos cogió la recesión a mitad de camino y el chaparrón va a convertir en pegajoso barrizal el terreno que habíamos desbrozado. Adiós a la firme calzada proyectada. Volveremos a la lógica del dinero, a potenciar lo que siempre fue potenciado, y cuando el túnel se acabe veremos a los otros muy por delante, y nuestra vieja carreta continuará atascada en el barro.

No me gusta.

Habrá crecimiento y generación de empleo allí donde se invierta, pero ellos, los del nuevo gobierno, hablan de rentabilidad, a corto supongo, pero resulta que Extremadura sigue necesitando un proyecto a más largo plazo. O se lo hacemos comprender o volverá a incrementarse la distancia.