Estoy en condiciones de afirmar que la unidad interna del Partido Popular está bastante resquebrajada. Y hay un nombre que algunos destacan, belicosos, a la hora de los señalamientos: el de Eduardo Zaplana , portavoz parlamentario del grupo Popular. Varias personas del entorno de Mariano Rajoy señalan al expresidente valenciano y exministro de Trabajo como el principal culpable de este malestar, que incluye un divorcio casi absoluto entre el funcionamiento del partido y el del grupo parlamentario, aparatos de prensa respectivos incluidos.

Mal precedente es ese, en el que las acusaciones de una y otra parte proliferan, incluyendo, de paso, alguna que otra difamación soterrada; está claro que, ante las desavenencias, nunca hay un solo culpable. Estamos en momentos en los que algunos barones regionales dejan entrever su apoyo a unos u otros, y aquí sí hay que reconocerle a Zaplana que goza de una cómoda posición: el prestigioso líder balear Jaume Matas se alinea sin duda con el portavoz, frente al valenciano Francisco Camps . El presidente de La Rioja es zaplanista, la presidenta madrileña Aguirre bascula, el presidente castellano-leonés Juan Vicente Herrera se mantiene en su feudo, ajeno a lo que ocurra fuera de él, el gallego Núñez Feijoo , que sigue acumulando peso específico, se alinea sin dudas con la dirección nacional del partido... etcétera.

¿Hay discrepancias de fondo? Sí. El grado de alineamiento con algunos medios informativos que reclaman una línea más dura para el PP, incluyendo el seguir batallando acerca de la autoría del 11-M, como quiere Zaplana, marca muchas diferencias en el principal partido de la oposición. La propia campaña catalana, en la que Josep Piqué ha vetado a Zaplana, es otro motivo de fricciones.

XCIERTO QUEx las divergencias no han trascendido aún a las organizaciones regionales y provinciales, ajenas en general a las crispaciones de cenáculos y mentideros madrileños, excepción hecha, claro, de la Comunidad valenciana. Pero qué duda cabe de que la sede de Génova es un hervidero de rumores, tensiones, crispaciones, sin que Mariano Rajoy acierte a ponerle coto a todo esto. Algo tan escasamente relevante como la designación de Cayetana Alvarez de Toledo , colaboradora de Jiménez Losantos en la COPE y de Pedro J. Ramírez en El Mundo, como jefa de gabinete del secretario general Angel Acebes --que "no es lo mismo que Zaplana", te advierten--, ha levantado ronchas.

El (mal) estado del principal (y único) partido de la oposición constituye un motivo de preocupación para los observadores y, desde luego, para bastantes militantes activos del PP, que ven cómo muchas torpezas del Gobierno de Zapatero pasan desapercibidas o no reciben la adecuada respuesta. Por no citar el desaliento ante muchas encuestas, en las que Rajoy no acaba de despegar . ¿Se trata de alguna operación de sustitución a medio plazo del político pontevedrés? Hoy por hoy, todos dicen respetar sus indudables valores. Pero mañana...

Rajoy, les guste o no a algunos, encarna en la actualidad el espíritu del Partido Popular que respaldan millones de ciudadanos; no puede ser presa de algunos que, desde posiciones que bordean el antisistema, quieren atraerlo a sus abismos ultraconservadores y no pocas veces antimonárquicos. Qué duda cabe de que hubiese sido un primer ministro mejor que Zapatero, si en el PP se hubiesen hecho las cosas adecuadamente en aquellos trágicos días entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. Pero ahora no sirve de nada llorar sobre el agua derramada: Mariano Rajoy tiene que concluir su aprendizaje como líder de la oposición. Es mucho más que el futuro político de Rajoy lo que está en juego, y parece increíble que algunos, dentro de las filas del propio Partido Popular, no parezcan entenderlo.

*Periodista