TLta preocupación de los padres de la patria sobre la situación de esos conciudadanos que no tienen su sueldo asegurado hasta el final de la legislatura, e incluso no cobran el paro, da cada día muestras de mayor hondura. En esa búsqueda incansable por salir de la crisis, analizar la situación y buscar soluciones brilla con luz propia Iniciativa per Cataluña-Verds que ha propuesto reprobar al Papa Benedicto XVI por sus opiniones sobre el condón. En las filas de las oficinas de empleo, en las plazas de los pueblos donde han vuelto a juntarse los hombres a la espera de una peonada, en las bullentes centrales sindicales no se habla de otra cosa. Por fin, un partido de izquierda, con esa sensibilidad que tiene la izquierda para captar los problemas que afligen al proletariado, ha dado con una de las claves que nos atenaza: reprobar al Papa por las interpretaciones cerrilmente religiosas que hace de las relaciones sexuales.

Andaban los economistas desorientados, el Gobierno poniendo parches, los banqueros tendiendo la mano para ver si algún parche se quedaba en sus palmas, los empresarios en la ruina, los trabajadores en el paro y los médicos temiendo que el contagio de la nueva gripe se convierta en pandemia, sin ver luz en el horizonte, hasta que la perspicacia de ICV nos ha marcado el norte hacia el que dirigirnos, ha evitado nuestra desorientación y nos encamina hacia la salida del túnel. Naturalmente, el PP se opondrá con la malicia de que continúe oprimido el proletariado, pero las masas son muy listas y saben que el pleno empleo y el final de la crisis tiene su remedio. En cuanto el Papa sea reprobado las consecuencias serán inmediatas. No nos explicamos cómo no se le había ocurrido a nadie. Y tampoco comprendemos la indiferencia del pueblo ante un Parlamento que demuestra una sensibilidad tan moderna y atinada sobre los problemas auténticos. Pero Izquierda Unida, en versión catalana, vemos que se sobrepone al desprecio, y sigue dando ideas.